Marta Sánchez, profesora de Matemáticas del IES Galileo en Valladolid
Esta experiencia fue presentada en el Foro de Experiencias organizado por Concejo Educativo de CyL, el 5 de noviembre de 2016.
Este artículo supone la actualización de uno publicado por la autora Marta Sánchez hace ahora casi un año. Se añade ahora la grabación en que dos alumnas comentaban su visión de la experiencia que están viviendo:
Un día de 1996 Armando Alanís Pulido, profesor universitario de Monterrey, decidió mientras paseaba por su ciudad que tenía que idear una forma de democratizar la poesía, de llamar la atención para animar a la gente a la lectura. Esa misma tarde rellenó con cal un muro y escribió en él una frase en negro. Como buen Mesías fue seguido e imitado por muchos cientos, inventando un fenómeno mural literario donde no cabían la política ni la religión, sólo el amor, la belleza, la libertad, el optimismo. Esas bardas viajaron en colectivo, se pasearon por doquier, despertaron al barrio, y llegaron a Tucumán, a miles de rincones del planeta y del universo exterior, a nuestro instituto.
He de confesar que surgió por azar, no hubo una idea preconcebida ni un estímulo imposible de controlar que me hiciera llenar las aulas de poesía, aunque, si bien es cierto, para mí vivir sin ella carece de sentido. Había leído ese domingo un artículo muy vitalista en un periódico sobre el movimiento del profesor Pulido y decidí llevar a clase mi carpeta de la facultad, llena de poemas colocados de una manera entrópica en papeles en blanco con mi tinta negra. A los chavales les encantó aquella reliquia y les propuse hacer nuestro propio acción poética, buscar poemas, frases, imágenes en la red y llenar el aula de belleza. Del aula la acción viajó al pasillo, del pasillo a la escalera, de la escalera al piso superior, y todo se llenó de fantasías textuales, de arte urbano en cartulinas de colores, de alumnos plantando besos y regándolos con metáforas, de carpetas llenas de secretos que viven sin respuestas, de profesores que de grandes quieren ser niños, de curiosidades sin miedos, de amistades de aquí a la luna y vuelta.
No sé si los tiempos han cambiado, si los adolescentes de antes eran muy distintos de los de ahora. Nos hartamos de decir que no tienen nuestros valores, nuestra cultura, nuestra forma de encarar la realidad. Yo nunca estuve de acuerdo con nada de todo eso. Los adolescentes de antes y los de ahora tienen las mismas necesidades y miedos. Reclaman espejos, coherencias, sentimientos, aventuras, diferencia, honestidad. Y les gusta la belleza, por encima de todo, como a nosotros, como a los anteriores, como a los que vendrán.
Al principio no sabían que las frases que llenaban sus carpetas eran de Cortázar, de Benedetti, de Gelman, pero las pintaban, las paseaban, las sentían, las hacían suyas, las twitteaban, las enarbolaban como banderas, las lucían en sus camisetas, formaban parte de sus quimeras. Poco a poco fueron preguntando quiénes eran, y algunos de ellos comenzaron a leer, a buscar sus propios poemas, a construir su acción poética personal en su cuarto, su mundo, su orbe, su reino. La realidad, como sucede siempre con la emoción, había superado mis sueños. No sólo el instituto y sus carpetas lucían con una guapura inusitada, sino que grabamos un vídeo pizpireto y coqueto, lleno de ilusión y emociones, sencillo y grande como la Escuela Pública ( ver grabación de Alcuescar, y abrimos un grupo propio en facebook para homenajear la belleza, el arte hecho verso (ver Facebook). Con la excusa de cualquier revuelta social montábamos nuestra propia revolución, y fuimos las abuelas de la plaza de mayo en una performance reivindicativa, o cualquiera de los países en guerra el día de la paz, o un pequeño grupo de teatro despidiendo a nuestros compañeros en su graduación, o poetas de Tucumán pintando en las paredes del instituto frases en negro, en los pasillos, en el aula de exámenes, en las escaleras.
Acción poética Alcuéscar se ha hecho tan grande que les he contado nuestra revolución a los chicos de mi nuevo instituto, el Galileo, y les he propuesto un hermanamiento poético con mis siempre alumnos de Alcuéscar. Felizmente para mí han dicho sí, y el Galileo luce cartulinas de colores desde hace un mes.
Cuando vuelvo a mis años de instituto siempre recuerdo con generosidad a aquellos profesores que me enseñaron sobre ciencia y literatura, sobre historia y matemáticas, pero en mi piel llevo, a todos aquellos que me emocionaron, me hicieron preguntarme quién era, despertaron mis inquietudes, alimentaron mis sueños, descifraron los mecanismos secretos para construir unas alas con las que volar. Los sentimientos nos dan nombre, y de poco sirve saber integrar un logaritmo indescifrable si no somos capaces de expresar nuestros deseos, miedos, dudas y sueños.
En primavera Galileo conocerá a Alcuéscar en algunas coordenadas espacio temporales intermedias, y llenaremos de poesía las calles de algún pueblo, instituto, castillo, quimera. Nos apuntaremos a cualquier revolución a favor de los derechos humanos, a cualquier movimiento a favor de la libertad, a cualquier alzamiento en contra de la miseria y los miserables, en pos de la alegría, la poesía, la bondad, la utopía, el amor.
Somos acción poética Alcuéscar# Galileo.
Somos Gelman, Cortázar, Benedetti, Armando Alanís Pulido.
Somos todas aquella personas que se atreven a soñar, a ser uno mismo, a ser felices, a vivir, a sentir, a darse, a respetar, a luchar por lo que siempre quisieron ser, a estar.