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Educar
en los diferentes entornos de Castilla y León
Medios rurales, medios
urbanos
Aunque
es posible iniciar una reflexión sobre la “identidad” de Castilla y León
(si existe, si debe existir, si ha de tener algún sentido unitario, o si
bien ha de construirse en torno a la resolución de problemas comunes), no
cabe duda de que existen realidades muy diversas en los social, en lo económico,
en lo cultural, en lo demográfico... que la educación ha de tener en
cuenta, tanto en lo que respecta a la red escolar e infraestructura como en lo que tiene que
ver con el currículo y la práctica educativa. En este apartado se trata de
abordar sólo el segundo de estos aspectos.
1.
Algunos rasgos específicos de Castilla y León con
trascendencia educativa
La
situación actual de Castilla y León no puede ser entendida sin tener en
cuenta la realidad económica, social y cultural a nivel internacional, y cómo
ésta afecta a una región situada en el "Primer Mundo", pero dependiente
e históricamente deprimida (teniendo en cuenta también sus rasgos
específicos):
-
Escasa
asunción de identidad regional y cierto rechazo incluso de esta idea.
-
Falta
de articulación interna del territorio: dispersión y fuerzas centrífugas.
Los desequilibrios territoriales tienden a aumentar. Pérdida de papel
de los núcleos comarcales. "Hipertrofia" de las capitales de
provincia, no por su propio dinamismo en la mayor parte de los casos.
-
Débil
densidad de población y concentrada en pocos lugares. Emigración histórica
y, sobre todo, en los 50, 60 y 70. Pérdida de parte de la población más
formada y dinámica.
-
Existencia
de grandes áreas semidespobladas o despobladas y marginadas del proceso
económico. Muchas poblaciones en vías de desaparición y otras con
problemas para acceder a niveles mínimos de servicios.
-
Se
da un proceso de envejecimiento y de retroceso poblacional en el medio
rural (grave en muchas comarcas), por la emigración anterior más la
reducción actual de la fecundidad, aunque permanecen desde hace unos años
muchos jóvenes (más varones que mujeres) por la falta de alternativas
en otros lugares.
-
Ausencia
de grandes ciudades. Menor incidencia de los problemas propiamente
urbanos, aunque existen suburbios marginados y "problemáticos"
en las ciudades. El rápido y desordenado crecimiento de algunas
ciudades todavía hoy deja sentir sus consecuencias.
-
Falta
de dinamismo económico y social. Escaso desarrollo económico y escasa
proporción de población "económicamente activa".
Dependencia económica (los sectores económicos dinámicos están
controlados por capital extraregional) y cultural respecto a otros
espacios.
-
Aumento
del nivel de vida en los últimos años de una parte importante de la
población, en consonancia con lo que sucede en la sociedad española
(aunque continúa el bajo nivel de renta frente al nivel europeo)
-
La
industria está poco desarrollada, mientras ocupan a la mayor parte de
los/as activos/as el sector servicios (con funcionamiento inercial). La
agricultura, pese a ocupar a menos personas que los anteriores, tiene un
peso superior a la media española, ya de por sí elevada, con el
problema de una menor productividad que en el entorno europeo, a la par
que existe un exceso de producción y una debilidad política para
realizar presiones adecuadas; el peso de "la subvención" (que
en su mayor parte va a las explotaciones grandes) y la modernización
llevada a cabo en las últimas décadas no son suficientes para aclarar
las expectativas de futuro. La "pluriactividad" aparecer casi
siempre más como un único recurso que como una alternativa.
-
Los
espacios rurales se encuentran entre la crisis agrícola y la debilidad
de las alternativas, en una región donde el peso de lo rural es grande.
Económica y culturalmente, sufren también la preponderancia de lo
urbano.
-
Desigualdad
social, con sectores afectados por la pobreza en ciudades y, sobre todo,
en los medios rurales marginales. Grave problema de desempleo
(disimulado en el medio rural por el trabajo familiar) a pesar de tener
poca población activa.
-
Abundante
patrimonio artístico y natural, no siempre debidamente atendido y
aprovechado. También se detectan problemas medioambientales, a los que
se dan débiles respuestas.
-
Exposición
a modelos/formas de vida que tienen poco que ver con la realidad
regional. Ruptura (parcial) de los lazos sociales tradicionales. Ocupación
rutinaria y estereotipada del tiempo libre de los jóvenes, con ciertos
problemas de relación entre los niños urbanos y (por distintas
causas), entre los jóvenes de los pueblos más pequeños.
-
Falta
de reconocimiento del trabajo de las mujeres (en el hogar,
en el campo, en la empresa familiar...)
-
Alto
nivel de instrucción y equipamiento universitario, pero poca adecuación
a la realidad regional
-
La
tradición individualista, el débil tejido asociativo y la composición
social (peso de la pequeña empresa, sobre todo familiar, de los "autómonos",
del pequeño propietario agrícula, del funcionario/a, del empleado de
pequeñas empresas...) dibujan un cuadro de estabilidad social.
2.
Educar en el medio rural
2.1.
Algunos rasgos del medio rural de Castilla y León
Alrededor
de la mitad de la población regional vive en localidades rurales (estadísticamente,
las que tienen menos de 10.000 habitantes). Si excluimos las localidades
"intermedias" (entre 2.000 y 10.000 habitantes) queda todavía
casi la tercera parte de la población. Estos datos indican que la ruralidad,
sin ser ya preponderante en Castilla y León, es mucho mayor que en el
conjunto del estado español, ya de por sí mayor que la media europea.
Dentro
del medio rural, y sin salir de nuestra región, encontramos pueblos mineros
con alta inmigración, pueblos agroganaderos, agrícolas, de
jornaleros, unos con exceso de ocupación (en pocos casos con elevados
ingresos), otros de desocupación.... Todo ello influye de forma
determinante en el contexto sociocultural, y, por tanto, en su incidencia
educativa. Brevísimamente, sin embargo, podemos acotar la realidad dentro
de las siguientes observaciones:
-
Proceso
intensivo de crisis y reconversión, con exceso de mano de obra agraria:
la explotación familiar sólo sobrevive porque no tiene otras
alternativas, y en las ciudades tampoco hay trabajo. En determinados
pueblos, se percibe la influencia de los grandes centros urbanos
(Valladolid, Madrid...), pues hay muchas personas que pueden trabajar en
ellos, generalmente dentro del sector servicios y mediante subcontratas
y contratos temporales.
-
Envejecimiento
de la población, aunque en los últimos años han permanecido los jóvenes,
pero con pocas expectativas de futuro.
-
Progresiva
influencia «avasalladora» de la cultura urbana. Pérdida de valores
rurales tradicionales de forma acrítica, es decir, no tanto por
enriquecimiento cultural como fruto del «complejo» frente a lo urbano.
Lo tradicional se ha perdido, pero ha sido sustituido sobre todo por los
medios de comunicación de masas, que facilitan la autodesvalorización
del medio (aunque no siempre ésto se da).
-
Planteamientos
de solución individual y ausencia de actividades productivas y
culturales colectivas. Los intentos que actualmente existen parten de
cero y generalmente tienen poca permanencia y sistematicidad, si bien a
veces tienen un alto grado de significación.
-
Las
nuevas tendencias respecto a los espacios rurales sólo se notan, en
general, por la afluencia masiva de veraneantes (madrileños y vascos)
que, a pesar de ser naturales del pueblo en muchas ocasiones, suelen
afianzar la tendencia a valorar como inferior el medio rural respecto al
urbano.
-
El
grado de accesibilidad varía enormemente de unas comarcas a otras, así
como la frecuencia de los desplazamientos, pero hoy en día no puede
olvidarse que el automóvil y los medios de comunicación han relegado
al pasado la situación de aislamiento general de los pueblos. Sin
embargo, parece percibirse que cuando el pueblo se halla muy cerca de un
centro más o menos urbano, pueden darse los inconvenientes de los dos
medios.
-
El
medio rural tiene un nivel de vida menor al urbano, como media, pero
ello no quiere decir que las carencias sean generalizadas. Los efectos
negativos se notan en niños/as que, por ser sus familias las más
desfavorecidas social y culturalmente, tienen una reducida gama de
experiencias y mediación familiar.
-
La
ocupación del tiempo libre no resulta problemática para los niños
pequeños, pero a partir de los 12-13 años, se echan en falta medios de
diversión o de relación más amplios, hasta que la mayoría de edad
permite el uso y abuso del coche.
En
definitiva, los valores rurales que pudieran considerarse positivos tienden
a perderse, mientras lo urbano deja sentir su influencia difícilmente
resistible (y en muchas ocasiones lo negativo no viene acompañado de lo
positivo). Así, aunque los habitantes de un medio tienen saberes que los
del otro no poseen, son los detentadores de «lo urbano» los que aparecen
como aventajados socialmente, en virtud de la inferioridad a que ha sido
sometido el medio rural, tanto económica como culturalmente. Por ejemplo,
los veraneantes que vienen a consumir su tiempo libre al pueblo, se
presentan en él orgullosos de residir en una ciudad y de manejar caras
bicicletas de montaña, mientras quedan ocultas las destrezas y saberes que
los niños del pueblo tienen en relación con su medio (conocimiento de
lugares, animales...).
2.2.
Educación y medio rural
a)
Algunos puntos de partida
-
Contrariamente
al estereotipo dominante, que tiende a ver el medio rural desde una
perspectiva urbana (y, por tanto, sólo detecta ausencias y se lamenta
de los inconvenientes), el medio rural tiene también potencialidades y
ventajas respecto a la zona urbana para la acción educativa: a poco que
se profundice, maestros/as sin vocación rural admiten el menor número
de problemas educativos en las aulas, o la cercanía respecto a las
familias que puede darse en una escuela unitaria, por ejemplo.
-
Constatamos
que, como profesionales, nos encontramos en las aulas con problemas que lo estrictamente escolar no da solución, es decir,
que se hayan unidos a situaciones del entorno social. Desde una
perspectiva estrictamente «profesional‑funcionarial», estos
aspectos suelen considerarse fuera de la responsabilidad del sistema
educativo, pero, tanto por nuestro compromiso social como porque, lo
queramos o no, interfieren con el «currículo programado», urge
tratarlos (lejos de la ingenuidad, pero también del cínico «echar
balones fuera»).
-
La
escuela no puede partir de una decisión a priori sobre el futuro lugar
donde vivirán los alumnos, por lo que (...) debe permitir al alumnado
conocer y poner en práctica las alternativas que existan en su comarca,
luchar por su medio y elegir críticamente dónde se establecerá en su
vida adulta
-
Si
el/la maestro/a sólo conoce y valora el medio urbano, difícilmente
puede aspirar a abrir la escuela al entorno o viceversa
-
Cuando
la escuela se sitúa en un medio social que valoriza su propio espacio y
su propia cultura, la motivación y la dinámica
del trabajo a partir del entorno próximo se mantiene de forma
casi natural. En la situación contraria, deberá descubrirse primero la
importancia de conocer el propio contexto.
-
La
escuela no es, ni puede ser, neutral. En el caso de la escuela rural al
estar situada en un medio social claramente desfavorecido, debe tomar
partido por potenciar dicho medio y
por fortalecer a los más débiles.
-
El
desarrollo de la autoestima en relación a la propia cultura y la propia
personalidad es un elemento imprescindible.
-
Los
contenidos no pueden ser idénticos a los impartidos en el medio urbano.
Dada la dominancia sociocultural del medio urbano, la tendencia general
lleva a la imposición de éstos (...) por lo que los profesores
comprometidos con la educación rural debemos realizar un esfuerzo para
compensar esta tendencia. Esta tesis no debe interpretarse como una
reducción del horizonte cultural de los niños/as rurales, sino como
una ampliación a partir de su realidad y no saltando por encima de
ella.
b)
Valorar y conocer el propio medio
-
Dos
ideas se presentan unidas y, contrariamente a lo que en principio
pudiera parecer, no son contradictorias: conocer
y valorar el propio medio y superar sus limitaciones. Cualquier
medio donde se viva es limitado, en tanto en cuanto no abarca más que
un tipo de los diferentes posibles, y a la vez tiene unas
potencialidades de las que otros carecen. No necesariamente el medio
rural ofrece más limitaciones que muchos empobrecidos medios urbanos,
pero la escuela del medio rural tiene que trabajar para compensarlas, y
ello no puede hacerlo más que aprovechando lo que de educativo haya,
conociendo y valorando lo que ya se tiene y ofreciendo experiencias que
no son accesibles directamente en el propio medio. Sin caer en la
idealización ni el maniqueísmo, no puede olvidarse que la
desvalorización de lo propio, y, por tanto, de uno mismo,
sólo puede generar una integración pasiva en lo ajeno o un
encastillamiento igualmente empobrecedor en lo cercano. Por ejemplo, las
salidas de aprendizaje a lugares alejados
deben de estar correctamente planeadas para evitar que el «embobamiento»
ante las ciudades, comercios o instalaciones
«grandes» o «novedosas»: un semáforo, que tal como aparece
en los libros de texto da
pie a pensar que es algo que «falta» en el pueblo de uno, puede verse
más adecuadamente como un limitador de la libertad de movimientos,
inevitable sólo donde vive mucha gente concentrada (dicho de otra
forma, está bien que los alumnos de un pueblo conozcan las escaleras
mecánicas, pero también que hagan de «espabilados» respecto a los niños
urbanos cuando éstos están en su pueblo, o que conozcan empáticamente
la realidad rural).
-
De
la misma manera, deben integrarse,
o tenerse en cuenta, la tradición cultural y los avances tecnológicos,
el pasado y el presente, la realidad y las alternativas, el conocimiento
abstracto y el utilitario.
-
En
muchas ocasiones, habrá que empezar por conocer lo que existe en el
entorno por parte del maestro/a, dado
que ha habido un arrasamiento previo y una desvalorización de
todo lo cercano, pero, en todo caso, cuando la escuela investiga el
medio, se genera un proceso de
colaboración entre la escuela y el exterior. Esta apertura de la
escuela es además imprescindible para dar un sentido profundo a lo que
se aprende‑investiga (se comunica a la familia y a la comunidad, y
ésta aporta sus «fondos de conocimiento»): publicando lo investigado
de cara a las personas del pueblo, éstas empiezan a pensar que su
realidad también es objeto de interés para la escuela, para la
transmisión cultural.
-
Si
una de las limitaciones del medio rural
es la dificultad de socialización
y desenvolvimiento ante grupos numerosos o ante medios desconocidos, la
escuela debe contribuir a superarlo.
3.
El medio urbano
3.1.
Consideraciones previas
Podemos
partir de la diferencia entre zonas urbanas de ciudades pequeñas como
Palencia, Soria,... con sus zonas de centro y barrios y ciudades más
industrializadas como León o Valladolid. Pero antes de definir las características
que encontramos en cada entorno urbano, debemos señalar una serie de
circunstancias específicas:
-
Los
niños y las niñas de clases más acomodadas o culturalmente más
acordes con la cultura dominante, aun
con `éxito´ escolar, pueden estar sometidos a muchas circunstancias
adversas que genera nuestra sociedad: individualismo, soledad,
sedentarismo, falta de comunicación, separaciones no bien
asimiladas...Estos son elementos que nos afectan si miramos más allá
de la `nota´.
-
Determinados
grupos étnicos (gitanos, mencheros, inmigrantes...), ubicados en zonas
suburbiales, tienen `sistemas de actividades´ propias y cercanas, además
de las que les proporciona y asumen de la cultura suburbial y urbana.
-
Como
posibilidades educativas a veces nos encontramos con la pervivencia, en
el medio urbano, de una serie de valores tradicionales del mundo rural,
con sus ventajas e inconvenientes, que aun mantienen familias
procedentes de ese medio: vivencias, costumbres y conocimientos que
pueden facilitar u orientar la labor educativa.
Como características
de los barrios en los que están ubicados nuestros centros, a pesar de su heterogeneidad, podemos señalar:
-
Urbanísticamente,
puede tratarse tanto de restos de antiguos barrios de casas bajas y de
las antiguas viviendas sindicales o similares, como de barrios modernos
concebidos como ciudades dormitorio, con grandes bloques y escasos
equipamientos y servicios, normalmente ocupando espacios muy
delimitados.
-
Desde
un punto de vista sociológico, consecuentemente, por una parte han
recogido a la población que se desplazó desde los pueblos en los
diferentes momentos de emigración, por otra a las parejas jóvenes, así
como, en mayor o menor grado, a los antiguos chabolistas y minorías étnicas.
-
Culturalmente
son barrios dependientes de las actividades que se realizan en el centro
urbano o en las zonas industriales, careciendo de identidad cultural y/o
con mezcla de cultural urbana y restos de valores rurales y étnicos. Se
da incluso la circunstancia de que, en la medida que hay una excesiva
concentración de marginalidad, aparece la cultura suburbial como
subproducto y pasan a ser barrios mal conceptuados por los propios
habitantes. En estos últimos, respecto a los demás, disminuye en
muchos casos la posibilidad de encontrar
colaboración e interés por la escuela y por la formación,
tanto de adultos como de niños, así como en la participación en
asociaciones y centros culturales.
-
Las
chicas y chicos conviven con puntos de vista muy diferentes respecto al
hecho educativo: desde alumnos con familias ágrafas, hasta alumnos con
padres profesionales de media o alta cualificación. Predominan, no
obstante, las alumnas y los alumnos con dificultades de adaptación a
las tareas escolares, porque:
-
Las
dificultades económicas y desestructuración social y familiar
abarca cada vez a mayores sectores de la población.
-
Aumenta
la concentración de alumnos y alumnas con estas condiciones en los
Colegios Públicos, por la `emigración´ de ciertos sectores a la
enseñanza privada en busca de mayor prestigio social.
3.2.
Implicaciones y potencialidades educativas
Si
hacemos un catálogo de las dificultades con las que se enfrentan padres y
profesores respecto a la educación de los menores, nos encontramos con una
relación de problemas que los desbordan y ante los cuales se sienten
inermes: apatía, déficit atencional, hiperactividad, dificultad para
aplazar la gratificación, absentismo, desimplicación familiar y social,
abandono de los estudios. Si ampliamos la edad a la adolescencia o a la
primera juventud, y en determinados ambientes, el panorama es aún más
preocupante (tabaco, alcohol, pandillismo, violencia...). Estos fenómenos
se asocian en mayor o menor grado al medio urbano y, por contagio, al rural.
En esta primera apreciación puede parecer que la ciudad ha perdido muchas
de las cualidades educativas que tradicionalmente se le atribuían,
supuestamente por encima de las que ofrecía el pueblo.
Antes
de trazar un panorama de lo que pueden ser hoy nuestras ciudades como ámbito
educativo, conviene hacer algunas precisiones. En primer lugar, considerar
al medio urbano como el de un contexto instruccional y formativo homogéneo
sería desconocer las profundas diferencias que se dan entre las zonas
residenciales, los barrios‑dormitorio, o el centro de las ciudades,
diferencias que evidentemente no son sólo urbanísticas sino económicas,
sociales y culturales. Ni siquiera podemos suponer, sin un análisis previo,
que se den las mismas condiciones y que se produzcan los mismos fenómenos
en todas las ciudades de nuestra región.
La
existencia de subsistemas y contextos formativos diferenciados en las
ciudades no puede convertirse en modo alguno en una coartada tranquilizadora
("ya se sabe lo que determinados ambientes o familias dan de sí")
para responsables políticos, agentes sociales y educadores. El tópico
etiquetado barrio = peores condiciones educativas puede no ser tan cierto,
salvo cuando afecta a familias desestructuradas o con graves problemas de
paro y marginación. Para comenzar ponemos muy en duda que para muchos de
los hijos de familias acomodadas o de padres de profesiones liberales estén
garantizadas las condiciones de su desarrollo como seres humanos: el hecho
de que consigan éxito en la escuela o de que gocen de amplia oferta de
actividades extraescolares no supone ni una mayor autonomía, ni más tiempo
de relación con los padres o con los familiares, ni que dispongan de una
calle que proporcione un mínimo de socialización.
Con
lo expuesto queremos llamar la atención sobre la necesidad de investigar e
intervenir más allá de los planteamientos aceptados comúnmente. Son muy
escasos en nuestra región los trabajos de campo sobre las necesidades de niños
y adolescentes, sobre sus preocupaciones, sus modelos y su identificación,
sobre su percepción de los hechos sociales, sobre los marcos normativos que
aceptan o rechazan... Y esto para los distintos grupos de edad y de nivel
económico y/o cultural.
Es
cierto, sin embargo, que la mayoría de estos cambios que en los modos de
vida y en la educación han provocado la revolución tecnológica y la
urbana afectan a gran parte del mundo y que no hablamos de fenómenos
exclusivos de Castilla y León, pero no lo es menos que, por el modo
peculiar en que nuestra región se ha enfrentado (o padecido) a esos
cambios, nos encontramos en una situación bastante diferente a las de otras
nacionalidades o regiones de nuestro propio pais.
Quizás
sea el momento de recordar los puntos de vista, las preguntas relevantes y
los criterios que van a guiar nuestra evaluación de las posibilidades
educativas de la ciudad. Para nosotros/as, la tarea principal de la educación
consiste en facilitar al niño y al joven la adquisición de una conciencia
personal y la conquista de una identidad como miembro de la colectividad en
la que vive. Ambas cosas se adquieren en el marco de las actividades en las
que las que el menor participa guiado por el adulto y que progresivamente
asume como propias, las rechaza o las transforma.
Son
cuestiones relevantes, para el análisis que proponemos, los grandes cambios
que nos han afectado y que nos siguen afectando -con peculiaridades
regionales muy específicas-, (la masiva emigración de los 60, la
reducción de la natalidad, la desestructuración cultural de muchos pequeños
municipios, el déficit de recursos culturales en los barrios de las
ciudades y, porque no todo sean aspectos negativos, el esfuerzo de muchos
ayuntamientos o entidades sociales y culturales, el crecimiento del
voluntariado, las iniciativas de futuro que surgen en muchos sectores...).
Pero en modo alguno se agota ahí la indagación; por el contrario, a
profesores/as, educadores/as, padres y madres nos interesa un análisis de
lo más cercano, de lo que cotidianamente hacemos, de lo que vivimos, de los
valores que nos mueven y de los que rechazamos.
La
valoración de la incidencia de las transformaciones económicas y sociales
en la cultura castellana y leonesa, y más en concreto en la manera de
transmitirla a las nuevas generaciones, está aún por hacer, si bien no
parece aventurado afirmar que el relevo de la cultura tradicional ha sido
tomado por formas y contenidos foráneos y por la emulación de modelos
extraños a nuestra idiosincrasia. Pero lo más lamentable es,
probablemente, la sustitución de las actividades comunitarias por
actividades estancas (por grupos de edad, por espacios de uso
predeterminado, incluso por tiempos específicos). Unos ejemplos bastarán
para ilustrar lo que queremos decir: discotecas para quinceañeros hasta las
diez de la noche, trabajo al margen de la vida familiar, ancianos recluidos
en asilos...
En
estas condiciones, que afectan en mayor grado a la ciudad, la transmisión
cultural y la interacción entre adultos y entre iguales puede llegar a
verse dificultada en extremo.
La
dificultad de comunicación entre generaciones, el escaso tiempo que los
padres pueden dedicar a sus hijos, la pérdida de control de los adultos
sobre las actividades de los jóvenes, la cada vez más débil presión
social sobre los comportamientos públicos inadecuados e incluso delictivos
aquejan a todos los estratos sociales. Afortunadamente las ciudades
castellanas y leonesas ven reducido el impacto de estos fenómenos globales
por su tamaño, por los vínculos y afinidades entre sus miembros, por el
conocimiento mutuo y por la personalización de las relaciones. Además, la
ciudad ofrece, en contraste con los municipios demasiado pequeños, una gama
más diferenciada y amplia de ofertas culturales (entiéndase cultural en su
sentido más amplio: aficiones, deportes, diversiones, asociaciones...).
Una
primera valoración de los datos obtenidos (en encuestas y entrevistas con
alumnos y padres) nos muestran que el niño rural, en general, participa más
directamente de las actividades, productivas o no, de sus padres, goza de
una mayor autonomía en la edades tempranas, suele mantener una relaciones más
ricas con iguales y mayores, etc. Sin embargo, la cultura urbana con sus
pros y contras gana más y más terreno.
Por
el contrario, en el medio urbano es más difícil que se den situaciones de
colaboración de los niños en el trabajo de los padres (incluso llegan a
desconocer en qué y cómo se ganan la vida éstos); la participación en
las tareas de la casa, que podía ser un momento privilegiado de vinculación,
de intercambio y de creación de lazos afectivos y de valores, es poco
apreciada por los padres y madres y, en consecuencia, pocos niños y niñas
las realizan, creando un estado de atonía y de falta de responsabilidad y
esfuerzo que repercute en el ámbito escolar.
Basten
estos rápidos apuntes de lo que parece relevante desde un punto de vista
educativo para llamar la atención sobre
la importancia de iniciar lo antes posible estudios más amplios que los que
nosotros hemos podido realizar. Al mismo tiempo es urgente promover
alternativas que ofrezcan mejoras sustanciales para que las ciudades vuelvan
a convertirse en lugares de convivencia y de encuentro.
Este
apartado quedaría cojo si no finalizáramos con algunas propuestas
de acción, aunque sólo sea a título de ejemplo . Si recogemos las
sugerencias que tanto padres como menores suelen hacernos en cuanto a sus
necesidades y expectativas, no es difícil entresacar algunas intervenciones
relativamente viables, intervenciones que en algunos casos dependen de una
mayor sensibilidad de la sociedad y en otras de decisiones de carácter político:
-
Incrementar
la oferta de actividades para toda la familia.
-
Favorecer
formas de ayuda mutua entre familias para el cuidado de los más pequeños
o para menores enfermos o discapacitados.
-
Fomentar
los intercambios entre niños rurales y urbanos superando las trabas que
en ocasiones impone una concepción excesivamente rígida del municipio.
-
Facilitar
la autonomía de los niños y niñas más pequeños: recuperar la calle,
poner a su disposición servicios indispensables (desde lugares de
encuentro a urinarios, atenciones especiales de la policía
municipal...).
-
Primar
actividades culturales, deportivas y recreativas, públicas o privadas,
accesibles a bajo coste...
Se
trata siempre de no dar por inamovibles las tendencias que se supone
conlleva la "vida urbana", optando por la intervención en
diferentes niveles y ámbitos, para hacer más educativa la ciudad y más
vivencial la escuela.
4.
Los diferentes medios rurales y urbanos
Cada
centro desarrolla su actividad escolar junto a y en medio de unos contextos
determinados que juegan un papel también educativo y que van a conformar su
identidad personal, social y cultural. Ninguno de esos contextos puede ser
definido con carácter general para Castilla y León (lo que es más común
es lo "universal"), pero tampoco es suficiente la diferencia entre
“rural” y “urbano”. Es preciso, pues, iniciar una investigación
para conocer cada uno de los entornos de nuestras escuelas e institutos y,
en un proceso "de abajo a arriba" abordar la relación con lo
regional y con lo estructural, construyendo una identidad alrededor de un
abordaje común y de ámbito regional de los problemas de nuestra realidad.
Aportado
por Concejo Educativo a la
I Conferencia de educación progresista de Castilla y León - Marzo 2001
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