Esta idea surgió escuchando al mediador socio-cultural y cuentacuentos Boniface O’Fogo en una charla del Foro Educación y Cultura Crítica en Castilla y León titulada “La mediación intercultural en la transmisión oral de la cultura africana”…
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En ella nos explicaba cómo, en gran parte de los poblados del África sub-sahariana, no hace mucho tiempo existía un árbol al que llamaban el “Árbol de las palabras”. Cuando surgía un conflicto entre los vecinos, se reunían las partes bajo el Árbol a discutir hasta llegar a una solución. Si el conflicto era muy complicado de resolver o afectaba a muchas personas, intervenían los ancianos o eran ellos los que se reunían bajo el Árbol, y discutían el tema el tiempo necesario para llegar a un acuerdo.
¿Y por qué no tener un “Árbol de las palabras” en la escuela? Como maestra de un CRA, y que ha trabajado en unos cuantos colegios rurales, siempre he tenido la sensación de que, en los centros de una, dos o tres unidades, la relación entre el alumnado y el profesorado es tan cercana, que a veces no les dejamos espacio para independizarse. Es muy fácil acudir al profe para que resuelva todos los problemas, y también lo es intervenir en el momento y dar la solución a cualquier pequeño conflicto surgido entre los niños o las niñas. El “Árbol” quizás podría ayudar al alumnado de este tipo de centros a ser más autónomos en la solución de sus problemas.
Algunas ideas de cómo llevarlo a cabo:
Podría presentarse el tema en la escuela con un cuentacuentos que relatara historias africanas en las que el Árbol interviniera en la resolución de conflictos. Se podría debatir luego el tema, cómo y qué soluciones han encontrado en los cuentos, compararlo con cómo resolvemos los temas en el colegio para intentar llegar a que surja la posibilidad de tener un Árbol propio que también nos ayude a resolver nuestros conflictos.
El Árbol podría hacerse entre todos, mejor en un tiesto para poder trasladarle a los lugares donde se celebren reuniones con madres y padres, asambleas… Podría ser, por ejemplo, una rama grande en un tiesto con arena, de la que los niños colgasen hojas, frutos… A diario, estaría en un lugar donde fuera fácil utilizarle sin interferir en otras actividades y sin ser molestados.
Podrían trabajarse en las clases habilidades sociales para dialogar y para solucionar problemas con discusiones, juegos de rol, etc. Estas “cosas” que ayudan y que son buenas para que el Árbol “funcione” bien, podrían escribirse o dibujarse en las hojas o en las frutas que luego se colgarían del Árbol para recordarlas mejor.
A los lados del Árbol podrían ponerse dos almohadones. Sentados sobre ellos y algo separados por el Árbol, es mucho más difícil de mantener una actitud agresiva.
Habría que ver la manera de limitar el tiempo que se puede pasar junto al Árbol para evitar el abuso. Se podría utilizar un gran reloj de arena que ellos mismos controlasen. Podría ir uno de los alumnos o de las alumnas mayores a intentar mediar si tardan demasiado tiempo en volver a clase…
Habría que buscar la manera de evaluar el funcionamiento y los resultados del uso del Árbol. Podría ponerse un cartel dividido en dos partes por un dibujo del Árbol. Después de intentar resolver su problema, cada niño o niña podría pegar un gomet en su lado expresando cómo se siente después de llegar a una solución: gomet feliz, gomet triste, gomet enfadado, gomet cansado… variando el número de expresiones según la edad. También habría que discutir periódicamente el funcionamiento entre todos.
La idea sería, una vez trabajado el tema, construido el Árbol e inaugurado convenientemente para darle la importancia necesaria; que la respuesta a los “profe, que…no me deja…”, “que…me ha hecho…” no fuera una solución, sino una invitación a sentarse un ratito los dos bajo el Árbol e intentar resolverlo sin ayuda. O mejor aún, que los niños y niñas lo hicieran de forma espontánea, sin que ningún mayor se lo sugiriera.