Análisis y líneas de actuación de los conflictos y la violencia en el ámbito educativo
En las sucesivas Órdenes sobre Convivencia Escolar publicadas (CyL) se hace excesivo hincapié en los problemas surgidos de la convivencia y se echa de menos el concepto de ésta como algo positivo y como un aprendizaje necesario. Es absolutamente necesario que sepamos diferenciar entre algunos conceptos como conflicto y violencia (y sus diferentes expresiones), para hacer de la escuela un espacio de convivencia.
Hace meses que se publicaron en el Boletín Oficial de Castilla y León las Órdenes sobre Convivencia Escolar, en ellas se pretendían dar diferentes directrices y proponían entre otras cosas la actuación en los procesos de acoso escolar. Sin embargo, se echa de menos el concepto de la convivencia como algo positivo y como un aprendizaje necesario.
Suponemos que a partir de entonces todos los centros educativos poseen un proyecto de convivencia, pero frecuentemente asistimos a su deterioro en la vida de los centros, falta de respeto y de abuso de poder sobre las demás personas, agresiones entre compañeros/as (especialmente sobre ellas), maltrato e intimidación. Nos tememos que en la mayoría de los casos los planes de convivencia se han convertido en un documento olvidado en un cajón.
Análisis:
Cuando hablamos del ámbito de las relaciones personales relacionado con la convivencia, es importante analizar elementos de nuestra práctica docente como la democracia en el aula y la participación como parte esencial del aprendizaje. Es necesario contemplar la convivencia como hecho educativo.
Otro de los aspectos más importantes a tener en cuenta es tener muy clara la diferencia entre conflicto y violencia, y no frivolizar con este tema debido, entre otras cosas, al sensacionalismo que provoca noticias relacionadas con él en los medios, aunque si hay que señalar que ha provocado una cierta sensibilización.
Es preocupante que la violencia cultural está cada vez más normalizada, es decir, se dan como naturales formas violentas habituales en la resolución de los conflictos cotidianos. A esta tendencia contribuye enormemente una cultura donde se ensalza el consumismo, el individualismo, la competitividad, con escasa tolerancia a la frustración y al fracaso, así como una ausencia de recursos y estrategias para enfrentar los conflictos.
La normalización cultural de la violencia tiene especial influencia en nuestros niños, niñas y jóvenes a través de los juegos multimedia, más peligroso aún cuando hacen uso de la fantasía, utilizando esta vía como ocio y diversión, que difumina la frontera entre lo real y lo virtual (con personajes “habituales en nuestras calles”, desde atropellar a peatones hasta dar una paliza para grabar).
Esta normalización, o más aún, naturalización de la violencia, provoca una ausencia de crítica y condena de la violencia cotidiana (incluso se niega como tal), lo que nos conduce, cuando estallan los conflictos (normales en la convivencia y positivos para el desarrollo social), a un enmarañamiento entre conflicto, indisciplina y violencia. En cambio, un análisis profundo de cada realidad escolar por parte de la comunidad educativa, podría favorecer las soluciones preventivas.
Peligros a evitar:
Reclamar autoridad del “palo” o parchear los problemas. Y lo contrario, relativizar la importancia o minimizarla, considerándolos conflictos de toda la vida entre chicos o chicas que se solucionan por sí mismos.
Distanciamiento y/o desconfianza entre las familias y los centros en la resolución de los conflictos (puede ocasionar que las primeras se “tomen la justicia por su mano” y a los segundos a “lavarse las manos” o a hacer recaer la responsabilidad exclusivamente sobre ellas).
Aplicar normas estandarizadas, mostrando un gran desconocimiento de las relaciones entre personas y de las características diferentes que tiene cada problemática.
Dejar pasar situaciones conflictivas, con actos de violencia “menor” o esporádica (por ejemplo insultos o collejas), que a la larga pueden agravarse y derivar en procesos de acoso y/o maltrato.
Asociar la violencia a determinados ámbitos (centros públicos, de algunos barrios, etc.), -como dan a entender los medios-. ¿Por qué interesa que la sociedad crea que la violencia se da en “cotos cerrados”?
Reclamar un alumnado más pasivo, menos participativo y más “quieto”, para huir del conflicto.
Identificar conflictivo y/o violento con actitud crítica, y hacer de ella una evaluación negativa y motivo de sanción.
Confundir conflicto, indisciplina y violencia; las soluciones son diferentes en cada caso. El conflicto, es inevitable y su solución debe ser educativa y formadora, tiene que ver más con la convivencia que con la indisciplina -incumplimiento de las normas establecidas-, y no necesariamente implica que se dé ésta y mucho menos que conlleve violencia.
Líneas de actuación
En casos de violencia:
Estudiar si influyen en los casos de violencia factores caracteriales y conductuales.
Observación sistemática de personas especialmente vulnerables a estas situaciones y de las relaciones personales en general:
— El comportamiento de personas de carácter dominante que se apoyan en el grupo (incluso pandas organizadas) y víctimas que los sufren en silencio.
— Alumnas y alumnos con baja autoestima, alterados, irritados, con dolores de cabeza, depresiones, negándose a acudir al cole,… que no ven salida a su situación.
— Situaciones donde se produzcan insultos, vejaciones, críticas, aislamiento, murmuraciones, infundios, robos, chistes,…. ejercido por un individuo, generalmente arropado, sobre otra persona.
— Problemas familiares que inciden en las relaciones con los compañeros, compañeras y profesorado (especialmente en casos más graves de abuso y/o maltrato).
Incluir en el estudio de las situaciones de violencia escolar todas las trasgresiones del respeto a la persona, sean del tipo que sea. Igualmente habría que incluir las que provienen de la autoridad y del sistema de convivencia existente (violencia estructural).
Priorizar el bienestar de la víctima (sea la violencia del tipo que sea). Atajar el problema de forma inmediata, en una primera fase, y actuar a medio plazo con otro tipo de soluciones tanto con la víctima como con el grupo de referencia (talleres de HHSS, de prevención de violencia, de autoestima, educación sentimental, etc.)
Diferenciar entre la actuación que se lleva a cabo en os diversos tipos de conflictos personales en los centros, y los casos de violencia; estableciendo pautas de actuación claras en cada caso y situación.
Formación del profesorado en violencia, tipologías, características del proceso y estrategias de intervención; así como en otras temáticas como resolución de conflictos, habilidades interpersonales, etc.
En todos los casos:
Fomentar la convivencia y la participación -considerada de forma individual y colectiva- como elemento de implicación de quienes deben ser, también, protagonistas activos.
Trabajar la educación emocional, las habilidades sociales, la comunicación, la negociación y la cooperación; con los medios, los espacios y los tiempos necesarios.
Utilizar mecanismos de mediación, trabajo con las familias y otros entornos, de seguimiento y evaluación,… y tener profesionales que sirvan de unión entre el trabajo social y el educativo.
Establecer claramente las diferentes tipologías de conflictos personales existentes y establecer protocolos de actuación que eviten la improvisación evitando, no obstante, la estandarización en las soluciones para cada caso.
Actividades inclusivas, tanto en el lenguaje (no sexista por ejemplo) como en la metodología (aprendizaje a través de grupos cooperativos) y en las relaciones personales establecidas en ellas, que tenga en cuenta las diferencias personales, sociales y culturales.
Actuación en todos los ámbitos escolares (el recreo, la entrada y salida del centro, etc.) para prevenir y/o detectar casos que deriven en violentos.
Crear espacios de interacción del alumnado, tanto entre las personas que integran el grupo como entre aulas y edades. (como por ejemplo la comisión de convivencia, las asambleas, etc.)
Habilitar varias vías de comunicación que permitan conocer todo tipo de situaciones problemáticas o violentas sin poner en riesgo su privacidad (acercamiento de las familias o el propio alumnado directamente, a través de buzones, etc.).
Incluir el análisis de la convivencia como un elemento “habitual” e importante en la vida del centro y las aulas (desde las juntas de evaluación, a la planificación de tutorías, reuniones de ciclos, de la comisión pedagógica, etc.)
Enmarcando este aspecto de las relaciones personales y las problemáticas que generan desde una perspectiva más amplia, la convivencia, tenemos que hablar de principios educativos más generales. Así, hablar de convivencia implica plantearnos un aprendizaje democrático que favorezca el diálogo entre personas, la ayuda mutua y la cooperación; implica abrir espacios donde compartir intereses, inquietudes, preocupaciones, donde se pueda ofrecer y pedir ayuda; proponer espacios de trabajo donde incluir al alumnado para que se implique en la elaboración de normas propias del grupo, etc.
Y no debemos olvidar que para tener planes reales de convivencia es imprescindible analizar el tipo de centro del que partimos, las características de nuestro alumnado, de las familias, el respeto y dignidad del profesorado que trabaja en él, y la satisfacción de todas las personas que se mueven en él; es imprescindible para convivir.