El eje transversal de los
Proyectos de Intervención de Concejo Educativo de Cyl en 2010 2011, es la participación. Debe tener esta un encuadre social, que es el que se trata de ofrecer en primer este artículo de Marcelino Flórez.
Referido a la docencia, podemos diferenciar tres significados distintos en el concepto de participación: la participación de la comunidad educativa en el centro, lo que antes llamábamos gestión democrática; la participación de la sociedad en la escuela a través de lo que en algunos ámbitos pedagógicos hemos denominado los expertos, personas que tienen saberes específicos y los aportan voluntariamente a la escuela; y la participación como contenido curricular, es decir, algo que se enseña y que se aprende.
Cuando recuperamos la democracia en España, a la muerte de Franco, hubo una lucha importante en la enseñanza para conseguir la gestión democrática de los centros. Esta lucha se hizo visible en las huelgas de PNN o profesorado no numerario, como se llamaba entonces a los interinos; y, sobre todo, estuvo presente en los Encuentros de Enseñantes y en las Escuelas de Verano, que al final de los años setenta del siglo pasado lograban reunir a centenares de docentes castellano-leoneses cada año.
En algún momento puntual se lograba también introducir a las personas expertas en los centros, como ocurrió principalmente con el pacifismo, aprovechando la gran movilización social que produjo el referéndum sobre la entrada de España en la OTAN del año 1986.
Finalmente, en el año 1988, hubo una gran huelga en la enseñanza, que se vio luego reforzada con la importantísima huelga general del 14-D de ese año. El resultado fue una negociación sindical en España, de la que resultaron algunos éxitos sindicales que todavía perduran, como son los sexenios y la llamada jubilación logse. También surgió de ahí la negociación de la nueva ley, la LOGSE, donde se recogía la gestión democrática y se abría el camino para la enseñanza de la participación social, como uno de los valores solidarios que debía recorrer transversalmente todo el proceso docente.
Pero la LOGSE fracasó. La derecha política, aglutinada ya enteramente en Alianza Popular, que cambió su nombre por el de Partido Popular, se opuso frontalmente a la nueva ley. Dos cosas preocupaban a la derecha en aquel proceso: el futuro de la enseñanza privada y los valores cívicos que impregnaban a la nueva ley, la no violencia, la solidaridad o la participación social. Valores que contrastaban con sus principios de autoridad, obediencia y disciplina, que recogerían en el concepto de “esfuerzo”. La inmensa mayoría del profesorado y una mayoría social fueron seducidos por los valores de la derecha política y la LOGSE fue derrotada. En realidad, podemos decir con seguridad que la esencia de esa ley nunca ha llegado a aplicarse en España.
De esta manera fue como perdió su valor, se desvalorizó, el principio de la participación: quebró la gestión democrática, desapareciendo esas funciones en el Consejo Escolar; y quebraron los métodos participativos en la docencia, que llevan indisolublemente unida la enseñanza del valor de la participación social, una virtud indispensable para una ciudadanía responsable. Y en eso estamos.
Entonces, cuando la nueva clase media española se entregó a la persuasión del mercado y abandonó la razón crítica, sólo algunas minorías sociales lograron abrir pequeñas sendas para la participación, que se centraron más en la práctica, que en el desarrollo de la teoría, en un proceso paralelo al que siguió el movimiento social con el desarrollo de las ONGs. Esos caminos eran los de la cooperación con el mundo empobrecido; la economía alternativa, que incluye el vivir mejor con menos, es decir, el consumo responsable; el ecologismo; y la cultura crítica.
Esas minorías lograron que la participación social perviviera en la escuela a través de aquellos caminos. A veces nos invade el desaliento, por el poco número de gente que se apunta en la enseñanza a la práctica de la participación social. Pero bien miradas las cosas, siempre ha sido así, por más que en momentos puntuales, como ocurrió durante la transición de la dictadura a la democracia, pudiera parecer lo contrario. El aprendizaje a este respecto no consiste en deplorar que haya poco profesorado empujando hacia la participación social, sino en buscar los caminos para coordinar a quienes están en esa opción dentro y fuera de la escuela. Saber insertarse, pues, en el movimiento social, ésa es la tarea.