Escuela del cuidado mutuo

Julio Rogero Anaya. Maestro. Miembro del MRP Escuela Abierta.

Búsqueda de modelos que contrarresten los formatos “empresariales”, selectivos y de excelencia que nos quieren imponer.


“El cuidado ha dejado su huella en cada partícula, en cada dimensión y en cada recoveco del ser humano. Sin cuidado, el ser humano se volvería inhumano”. “El cuidado hace que surja un ser humano complejo, sensible, solidario, amable y conectado con todo y con todos en el universo” (Boff, 2002, 156-157).
Publicado en: Aula de Innovación Educativa, nº 191, mayo 2010, p.59-62.

Una sociedad descuidada e insensible reproduce una escuela que sólo presta atención a lo académico. Necesitamos una sociedad con una nueva cultura del cuidado y por tanto otra escuela más holística e integral, más atenta al cuidado mutuo como espacio privilegiado de producción del “nosotros” que necesitan los procesos de humanización.

En la soledad, en el abandono de muchos por los demás, en el silencio de la vida que se apaga, en el llanto de la vida que nace, en las catástrofes naturales, en el dolor de las víctimas, en la tierra maltratada, en la indiferencia generalizada… es donde se nos muestra la dimensión profunda de la calidad actual de la sociedad que hemos construido. Centrados en lo secundario y accidental estamos dejando a un lado lo esencial de la vida humana: el cuidado y la compasión. Vivimos en una sociedad descuidada que no presta atención al otro y a los otros, sobre todo a los más débiles, que ha renunciado a construir el “nosotros” en los necesarios procesos de humanización de la humanidad.

El avance tecnológico y la razón instrumental han puesto en el primer plano la descalificación del prestar atención al otro, de la sensibilidad y de la ternura como obstáculos para el conocimiento objetivo. Esta sociedad se caracteriza por su insensibilidad ante los problemas de los seres humanos y de su hábitat. No se cuida a sí misma, ni a su entorno. Hoy diversas investigaciones demuestran que somos seres de apego, de contacto y vinculación, que la biología del amor (Maturana, 2002, 215 y ss) es central en el desarrollo humano, que saberse cuidado da seguridad, bienestar y facilita un mayor desarrollo de todas las capacidades y potencialidades de la personalidad (López 2009).
En el proceso evolutivo, hoy pilotado por el ser humano, necesitamos del cuidado mutuo para preservarnos de la propia autodestrucción. Se trata de generar una actitud de ocupación, preocupación, responsabilización y compromiso con el otro. En el celo por la autonomía y la construcción del ser humano como sujeto se encuentra su hábitat fundamental. Hoy es necesaria una nueva cultura del cuidado, como una actitud, para seguir avanzando en los procesos de humanización.

¿QUÉ ENTENDEMOS POR CUIDADO?

Sabemos que utilizar este término tiene riesgos por sus connotaciones maternalistas, paternalistas o caritativas. Hasta hoy casi toda la bibliografía existente centra este tema en la atención a la infancia desvalida, a los enfermos, a las personas con graves carencias, etc. Asimismo, es un hecho socialmente aceptado que quien asume ese cuidado son, sobre todo, las mujeres. Así lo confirma el debate sobre este tema en el seno de los diferentes feminismos (Comins, 2009, 38 y ss). Cuando se habla de pedagogía del cuidado se hace referencia a lo que han de hacer las enfermeras, las cuidadoras o las madres. Asimismo, se habla del cuidado como una carga (Rogero, 2010), cuando cuidar es ofrecer amor, empatía, atención, consideración, mimo, tacto y todo aquello positivo que se nos ha dado desde que nacimos.

Algunos creemos que es urgente generalizar la cultura del cuidado mutuo para que sea asumida por todos los seres humanos en todo momento como elemento constitutivo de su humanidad. Sobre todo porque caminar hacia la autonomía, la madurez y la libertad requiere tanto cuidado como el empeño que se pone esta sociedad para hacernos dependientes, sumisos y sujetados. Porque toda relación humana, y mucho más la relación educativa, tiene su esencia en el cuidado dentro de ese “nosotros” inclusivo de toda la especie humana que hemos de seguir construyendo. Es la esencia del cuidado, la com-pasión y del prestar-se atención, del comprender-se para que cada uno podamos ser quienes somos. Y es aquí donde entra en juego la escuela.

UNA EDUCACIÓN QUE DESCUIDA DE LO FUNDAMENTAL

La escuela ha olvidado que la relación educativa es esencialmente una relación humana de atención mutua. En esta breve reflexión quiero apuntar algunos de los rasgos que caracterizarían una escuela como tiempo de cuidado.

Como espacio y tiempo educativo y formativo, a escuela descuida lo fundamental porque se entretiene en que se aprenda un currículo académico para un mundo competitivo y de consumo con poca conexión con experiencias vivas de aprendizaje con sentido. Sólo cuida lo académico y, en el mejor de los casos, la dimensión intelectual. Todas las demás dimensiones de la personalidad humana suelen quedar en un segundo plano. No ha entendido que el objetivo central del proceso educativo es el desarrollo pleno de todas las capacidades y potencialidades del ser humano, aunque lo declare constantemente. Por eso, se debería poner toda la atención en la realización de un proceso de metamorfosis progresiva que lleva al ser humano desde una dependencia absoluta cuando nace, a una autonomía creciente hasta su realización como sujeto, con todo lo que implica ser sujeto dueño y protagonista de su vida. Sin embargo, la educación ha judicializado la relación educativa como una relación de poder y autoridad rompiendo la relación de cuidado y transformándola en una relación de extraños y potenciales enemigos. Así se va abandonando el cuidado integral según se va avanzando en las etapas. Las preguntas que se suelen hacer a los niños es si han estudiado mucho, o qué han aprendido, o si tienen muchos deberes, pero pocas veces se pregunta cómo está o cómo se siente, sin esperar que nos digan algo diferente de lo que han hecho desde el punto de vista académico.

LA ESCUELA DEL CUIDADO MUTUO

En la necesidad de repensar la educación hoy, nos parece importante hacerlo desde lo que puede significar la escuela del cuidado mutuo. Porque todos sabemos que, como dice Lledó (2009,33), “el hombre no es otra cosa sino lo que la educación hace de él”. Es algo intrínseco a la tarea de educar. Estamos hablando de la educación holística e integral que incluye en su modelo un ser humano cuidadoso, sensible, respetuoso, amigable y fraternal. Esto sólo es posible en el seno de colectivos en los que se construye la democracia y la fraternidad humana.

Es en la escuela donde se ha de vivir la cultura del cuidado, experimentando ese tiempo como un tiempo especialmente atento, donde todos y cada uno se cuida y es cuidado en el proceso de construir su propia autonomía y madurez como persona. Esta actitud se vive desde que se entra en ella. Se trata del aprendizaje individual y colectivo del cuidado en el vivir cotidiano. Porque lo necesitamos todos y siempre. Es un componente esencial del ser humano y olvidarlo en la educación es una agresión a la vida misma.
El cuidado está en nosotros mismos y engloba diversos conceptos, emociones y actitudes: apego, empatía, afecto, respeto, tacto, sensibilidad (Max van Manen, 1998), atención, etc. Acciones cotidianas como prestar atención, mimo, serenidad, calma, tacto, consideración, conocimiento placentero, seducción por el saber y dar sentido a lo que se hace podrían ser parte importante del guión de nuestro trabajo como profesores. El maestro presta especial atención al crecimiento del deseo y la pasión por el saber, por el conocimiento de la verdad y de búsqueda como imprescindibles para poder pensar lo que se piensa y lo que se dice. Anima la creatividad y su promoción, aunque rompa las reglas de las disciplinas. La escuela del cuidado requiere profesorado comprometido que sienta verdadera pasión por el conocimiento y que en su relación educativa sea capaz de dar lo mejor de sí mismo.

Esta escuela cuida que cada uno pueda ser quien es y hacer lo que le apasiona. Vive y respeta la diversidad. Cuidar y prestar atención son el alma de la relación educativa y de la convivencia escolar, y por tanto sería el contenido central de los proyectos de convivencia escolares.

La escuela del cuidado mima el entorno haciendo del espacio y el tiempo escolar un tiempo de calor humano y un espacio acogedor.

Procura el desarrollo de la consecución de la máxima autonomía. Ello hace que se entienda el cuidado como el proceso en el que todos están atentos a que se consiga al máximo el desarrollo de todos como sujetos autónomos, críticos, solidarios, con pensamiento propio, con capacidad de tomar decisiones por sí mismos y cooperar en los colectivos de los que forma y formará parte.

En esta escuela se crea libertad, da posibilidades, hace pensar. Educa para la vida y está muy atenta contra toda posible manipulación y amaestramiento para la sumisión, la docilidad y el mercado.
Presta especial atención a que todos dominen y tengan su propia palabra, al diálogo y a la conversación. Ello requiere el desarrollo de todas las dimensiones, poniendo en acción todos los sentidos y gozando de ellos.

Es una escuela que cuida la paciencia, el tacto, la perseverancia frente a una cultura presentista que cultiva la velocidad y la eficacia. Todo esto es posible a ritmo lento y pausado (Doménech, 2009). Se pone especial cuidado en el aprendizaje, la memoria, la voluntad y la reflexión. El diálogo está en el centro de la relación pedagógica y se reconoce que educar es hacer efectiva la posibilidad de hacer pensar y sentir para ser libres. Se pone en el primer plano la solidaridad y la amistad.

Es necesaria una escuela que genere sensibilidad por la vida, por el cuidado del ser frente a la insensibilidad y el olvido. Es en la educación donde se da el encuentro con la vida, ya que hay una clara identificación entre vivir, conocer, aprender y producir. Y hoy más que nunca educar es cuidar y defender la vida de todos y cada uno de los aprendientes.

El alumno es considerado como un ser de igual dignidad que el maestro y los padres, no como un párvulo que se ha de mantener siempre en la minoridad. Por eso le acoge, le quiere, le impulsa lanzándole a la aventura de construirse a sí mismo como sujeto. Es el espacio y el tiempo donde se aprende a ser. Cuida el desarrollo pleno e integral de la personalidad de cada uno.
La relación profesor-alumno y alumno-profesor es cordial, amistosa y está cargada de humanidad. Profesor y alumno se cuidan y se respetan profundamente.
La relación entre el profesorado implica el cuidado mutuo, el encuentro y el diálogo cordial donde es posible la regeneración de las energías que se consumen en la acción educativa que es compleja, conflictiva con frecuencia y cargada de incertidumbre. Es una escuela que promueve el desarrollo humano y profesional del docente. Lo acoge, lo cuida, lo mima para que él pueda acoger, cuidar y mimar la relación educativa.
La relación del profesorado con las familias es de apoyo mutuo en la común tarea de cuidar el desarrollo hacia la madurez y la autonomía de los niños. También dinamiza la relación entre las familias como coprotagonistas.

La relación de los alumnos entre sí se aprende desde el respeto mutuo, desde el conflicto y la positividad cotidiana que lleva consigo toda relación humana. Todos cuidan de todos y todos se cuidan entre sí.
La escuela del cuidado mutuo está en el corazón del modelo de Escuela Pública que defendemos.

Todo esto nada tiene que ver con la metáfora del pastor que cuida el rebaño. Al final nos preguntamos si será posible arrancar el significado dominante paternalista-caritativo-feminizado del cuidar para darle un nuevo significado, más ajustado al reconocimiento del “cuidado esencial” constitutivo del ser humano para, asumido por todos y para siempre, poder cuidarnos mutuamente y cuidar el nicho ecológico que el universo nos ha proporcionado para dar sentido a la vida. En esta tarea, la escuela del cuidado mutuo es imprescindible. Hoy ya hay muchas escuelas que lo están haciendo.

BIBLIOGRAFÍA

BOFF, L. (2002): El cuidado esencia. Ético de lo humano, compasión por la tierra. Madrid. Trotta.

COMINS, I. (2009): Filosofía del cuidar. Una propuesta coeducativa para la paz. Barcelona. Icaria-Antrazyt.

DOMENECH, J. (2009): Elogio de la educación lenta. Barcelona. Graó.

LLEDÓ, E. (2009): Ser quien eres. Ensayos para una educación democrática. Zaragoza. Prensas Universitarias de Zaragoza.

LOPEZ, F. (2009): Las emociones en la educación. Madrid. Morata.

MATURANA, H. (2002): Transformación en la convivencia. Santiago de Chile. Dolmen.

MAX VAN MANEN(1998): El tacto en la enseñanza. El significado de la sensibilidad pedagógica. Barcelona. Paidós.

ROGERO GARCÍA, J. (2010): Los tiempos del cuidado. El impacto de la depedencia de las personas mayores en la vida cotidiana de sus cuidadores. Madrid. Imserso (en prensa).