Qué impotencia por tanta muerte sin sentido, de gente inocente europea , de gente inocente de los países árabes.
Quienes han asesinad son culpables de masacrar, de no respetar la vida, de no pensar si están matando , de darles lo mismo a quien matan , individualmente, en grupo.
Desesperación por saber quién les ha convertido en asesinos o asesinas.
Con las petroleras y las empresas de armas que han destrozado sus países y lo siguen haciendo, sin piedad, sin mesura, de lo grandes bancos y corporaciones que les sustentan y se llevan su parte, del mundo financiera que quiebran los países para que ellos sigan con su negocio.
Con los dirigentes de los países que han encabezado esos destrozos y que, desgraciadamente tenemos muy cerca.
Con los dirigentes bárbaros de sus tierras que gobiernan a sangre y fuego.
Con quienes en nuestras supuestas democracias “limpias” les han negado derechos esenciales, educación en igualdad, sanidad gratuita.
Con quienes, incluso en Francia, no hicieron ni caso de otras alertas, como aquella llamada en las calles de París hace diez años. <img1607|right>
Estas muertes y otras en todo el mundo, se habían podido evitar, no solo con policía y ejército sino creyendo de verdad en esa igualdad, legalidad, fraternidad.
Ojala nadie use estás muertes como beneficio político para crear más odio étnico, solapadamente o de forma directa o para proclamar, en beneficio propio, que solo estamos a salvo bajo su paraguas de seguridad que nos protege, que nos atrapa.
También la Educación es un actor que interviene en este escenario.
En el País en papel del 18 de noviembre podemos leer en su sección internacional y bajo título: los radicalizados son todavía un enigma para la seguridad aunque comparten perfil”
Los atentados de París ofrecen algunos elementos para trazar un perfil claro del proceso de radicalización: el paso de las banlieus (suburbios)marginales , la cárcel, la pequeña delincuencia, la familia y el salto a la brutalidad que representa el viaje a Siria…”
Viendo ese proceso y recodando lo que sucedió en París hace diez años y que surgió de esas banlieus, ¿no parece que sea también un problema de creación de marginalidad y no tanto de religiones? Algo tendría que hablarse de cómo ha funcionado un derecho público y universal como es la educación (junto a otros, claro).
La educación pública y universal es una parte de ese engranaje que crea odio o convivencia, da oportunidades a todo el mundo o a cuatro elegidos. En España nos han impuesto lo segundo, por beneficiar solo a unas pocas personas, como nos han hecho optar por la segregación de la sanidad para una parte de la población., la más débil. Ya se ha visto la exclusión crea desesperación y está lleva a cometer primero algaradas y luego barbaridades.
La educación puede ayudar al convivencia si es un derecho bien repartido, como la salud, la vivienda, el trabajo… Su carencia puede generar esa desesperación. Dedicar la educación al beneficio de unos pocos es fomentar esa carencia en muchas personas.
Desde la educación, aquí y también allá, hay mucho que hacer, haciendo que las aulas se llenen de gente diversa, dando opciones a toda esa diversidad, conviviendo con toda esa diversidad. Tenemos que reclamarlo aquí y allá. No tenemos que dejarnos “cerrar las aulas” para dedicarla a los intereses particulares.