Sonsoles Perpiñán Guerras. Psicóloga. Directora del Equipo de Atención Temprana de Ávila. Consejería de Educación. Junta de Castilla y León y Autora del libro “La salud emocional en la infancia” (Editorial Narcea).
El tema de la muerte es algo muy presente en esta época. Después de un primer artículo de Dr. Agustín de la Herrán Gascón y Dr. Pablo Rodríguez Herrero ( Departamento de Pedagogía Universidad Autónoma de Madrid) publicamos esta segunda aportación. Es este un tema ” a caballo” entre la propuesta práctica y el debate de opinión. Por eso en quella ocasión se incluyó en “actividades” y en esta en “opiniones”.
La autora advierte antes del inicio de cada artículo de que usa el genérico siempre, como lo hace también aquí. Con ello pretende una lectura más fácil del mismo.
” Educar en tiempo de aislamiento”-Foro de participación.
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Enlaces para ver artículo anterior sobre el tema: pandemia, muerte y educación: un enfoque pedagógico radical, en tiempo de aislamiento..
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“Es más fácil construir niños fuertes, que reparar hombres rotos”
(F. Douglas)
La situación actual que estamos viviendo con el coronavirus está cuestionando los cimientos de nuestra sociedad. Ha irrumpido con una intensidad enorme en nuestras vidas llenándolas de incertidumbre y de miedo. Desde hace dos meses, nos levantamos cada día tratando de enfocar nuestros pensamientos en algo concreto de la cotidianeidad para evitar que nuestros temores nos arrastren y se apoderen de nuestra mente.
Los niños no son ajenos a esta situación. Si los adultos no comprendemos nada, aún menos nuestros hijos o nuestros alumnos que observan indefensos como se han puesto límites a su universo físico y también emocional. Tienen que aprender a vivir en una realidad totalmente desconocida y aceptar una distancia social dolorosa con algunos de sus seres más queridos como sus abuelos o sus maestros. Cuando en este contexto de indefensión además se cuela también la enfermedad o la muerte, la vulnerabilidad de nuestros niños es aún mayor.
Pero describir esta realidad amenazadora no implica en absoluto sumir a la infancia en un desastre inevitable. Los seres humanos, y en concreto los niños, tenemos una gran capacidad de adaptación. La historia nos ha mostrado como la humanidad ha superado otras crisis anteriores. Contamos con una gran herramienta que es nuestra inteligencia entendida, y más en estos momentos, como la capacidad para adaptarse a la realidad.
Para hacer frente a una cualquier situación las personas contamos con el recurso extraordinario de nuestros pensamientos. Éstos nos permiten analizar e interpretar todo lo que ocurre a nuestro alrededor y anticipar o prever para poner en marcha unas u otras acciones. Todos disponemos de un sistema de ideas, creencias, constructos mentales, que si somos capaces de emplearlos adecuadamente y seleccionar aquellos que enfocan la vida de forma positiva, puede favorecer en gran manera nuestra salud emocional.
Los niños están en pleno proceso de construcción de este sistema de atribuciones o ideas, y lo hacen sobre todo a través de la interacción con las personas que les rodean y con las que están vinculados: su familia y sus tutores. Por esa razón es tan importante lo que pensamos y lo que decimos los adultos. Nuestras expresiones o conversaciones van a ir forjando su sistema de atribuciones y por lo tanto, la perspectiva con la que enfocarán su futuro.
Podemos introducir contenidos en nuestro currículo escolar relacionados con el covid-19, con la muerte, con las medidas de prevención,etc. pero indudablemente, lo que va a tener más influencia en nuestros niños es lo que realmente nosotros pensamos y que expresamos con nuestros gestos o con las frases que usamos de forma espontánea.
Algunos de nuestros alumnos van a sufrir durante estos días el impacto de la muerte de forma directa con la pérdida de algún familiar cercano. Pero la mayoría están escuchando hablar de la muerte a diario en los medios de comunicación. Esta realidad, que hasta hace dos meses, estaba reservada solo para aquellos que la sufrían en directo, se ha convertido en una compañera mucho más próxima a la vida de todos, por eso requiere ser explicada con naturalidad pero con mucha sinceridad para que puedan entenderla.
En aquellos casos que les toca vivir una muerte cercana, la familia y los profesores tenemos que ayudar a los niños a elaborar el duelo preservando su salud emocional. A continuación describo unas sencillas orientaciones que nos pueden ayudar en esta compleja tarea:
- No debemos ocultar la muerte a los niños porque aunque creamos que no se enteran, para nada son ajenos al dolor que les rodea. Captan situaciones, gestos, comentarios, etc. Si no se les da una explicación clara pueden imaginar cosas que aún son más nocivas para ellos como que les están engañando o incluso que pueden ser ellos mismos los causantes del dolor que captan en los demás.
- Debemos explicar la muerte empleando la palabra y usando expresiones fáciles de entender y adecuadas a la edad del niño. Hemos de transmitirles dos ideas claves: Que la persona no va a volver y que no se quedan solos porque otros familiares están cerca para quererles y atenderles.
- Hemos de tolerar que expresen su dolor durante algún tiempo mediante el llanto o la tristeza. También que nos hagan preguntas o hagan comentarios relacionados con la persona fallecida aunque esto nos produzca nerviosismo o preocupación.
- No tenemos que enfatizar excesivamente el recuerdo de la persona fallecida hablando de ella continuamente sino hacer referencia a ella con naturalidad cuando surja, manteniendo el recuerdo y el afecto pero de forma controlada.
- Ayudarles a través del juego simbólico para elaborar sus preocupaciones. Los muñecos o las marionetas en situaciones imaginarias permiten al niño comprender y aceptar mejor la realidad. Los cuentos también pueden ayudarles mucho.
- Tenemos que observar mucho al niño paradetectar cambios significativos en su comportamiento: dificultades con el sueño, falta de apetito, retraimiento excesivo, llanto continuado, etc. Estas reacciones pueden ser normales en un principio, pero si se mantienen en el tiempo podría ser necesario consultar con un profesional especialista.
- Asegurar la continuidad de sus rutinas y de las pautas educativas que se seguían hasta ese momento. El fallecimiento no debe convertirse en una excusa para que se modifiquen los límites o las normas porque eso aumentaría la inseguridad del niño.
- Escuchar al niño y garantizar el afecto. Debemos asegurar el vínculo afectivo del niño con sus adultos de referencia. La afectividad es una necesidad básica del ser humano que ha de estar siempre presente para un desarrollo sano. Disponer de muchos afectos es una garantía de salud. Cuando una persona importante para el niño desaparece, puede apoyarse en otras personas que cubran su necesidad afectiva.
- Coordinar actuaciones entre la familia y la escuela. La situación emocional de la familia en esos momentos puede ser un poco vulnerable por lo que el papel del maestro cobra un importante papel para el niño ofreciéndole la oportunidad de expresarse y manteniendo la normalidad. Además el tutor puede ofrecer ayuda a la familia observando las reacciones del niño. Pero la actuación en ambos contextos ha de ser coherente.
- Creer en la capacidad de recuperación del niño. Lo más importante de todo es creer que va a ser capaz de superar el duelo, porque esta convicción hará que el niño vea en el adulto la seguridad que necesita para sobreponerse y que construya un sistema de ideas basado en la autoestima.
Nuestras aulas cuando volvamos, o ahora a través de diferentes recursos virtuales, han de ser espacios acogedores para nuestros alumnos donde puedan expresarse con libertad y donde encuentren un universo de ideas, creencias y pensamientos que les permitan crecer sanos desde el punto de vista emocional.