Algunas reflexiones a partir de lo vivido durante este curso entre videollamadas, correos y tareas en línea.
” Educar en tiempo de aislamiento”-Foro de participación.
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Pandemia y educación: ¿del cambio improvisado a una reorganización estimulante?
Cuando sucede algo extraordinario (quizá más si, como es el caso de la pandemia de COVID-19, se trata de una amenaza que causa dolor y extrañeza), tendemos a pensar que puede ser una oportunidad para el cambio radical, un momento en el que nuestras propuestas poden ser vistas como estimulantes o necesarias incluso por las mentes acomodaticias. Desgraciadamente, no suele suceder así, sino que se produce una reacomodación a la nueva realidad, en la cual pesan mucho los antiguos anhelos y rutinas, con las fuerzas de siempre manejando, en su provecho, los hilos fundamentales de la nueva trama (con peligro, además, de reorganización reaccionaria). Por ejemplo, si al principio de la pandemia nos parecía difícil imaginar que no se cuestionase el modelo de turismo internacional masivo de las últimas décadas, ahora mismo ya estamos viendo que la nueva realidad pasa por intentar mantener el turismo a cualquier precio, porque parece que la realidad económica es la que es y pesa más que el razonamiento sobre el colapso sanitario o que la teórica preocupación respecto a las personas de más edad.
También en educación podemos pensar que, aparte de lo malo inevitable, podría ser una oportunidad para aumentar la autonomía del alumnado, para mejorar la colaboración familia-escuela, o, más soñadoramente, un estímulo para cambiar el modelo disciplinario-fabril de hora-materia-grupo-profe típico de la secundaria (y, cada vez más, de la primaria).
No se nos olvidó nunca, por supuesto, lo que se pierde sin la educación presencial. Tampoco dejamos de denunciar la desigualdad tecnológica entre el alumnado, ni la desigualdad respecto a la cantidad y calidad de los tiempos de ayuda que pueden proporcionar padres y madres según el grupo social y la familia concreta a la que se pertenezca: no solo por el diferente grado de cercanía a la cultura escolar, sino porque la población trabajadora más vulnerable suele sufrir tanto el agobio del trabajo precario (con numerosas horas de dedicación, en muchos casos) como la desesperación del desempleo.
Del “¿estáis ahí?” al “¿habéis aprendido algo?”
En todo caso, antes de pensar en propuestas más elaboradas, podemos empezar digiriendo lo que hemos vivido desde que empezó el confinamiento como experiencia forzada, e improvisada, de educación telemática con alumnado infantil y juvenil.
Que quede claro: no dispongo de datos generales para dar buena cuenta de lo que ha pasado hasta ahora. Tampoco tenemos mucho tiempo en estos momentos para pensar, más allá de ir dando una respuesta rápida al día-día y poco más. Parto, eso sí, de mi experiencia personal como profesor de instituto público que ya utilizaba algunas herramientas virtuales antes del confinamiento y como ciudadano inconforme con la “antigua normalidad” (la educativa, la social), la de antes del confinamiento (desigualdad, parcelación, simulacro…).
Del desconcierto y estrés inicial (principalmente hasta llegar a tener contacto con todo el alumnado1) pasamos a las dudas sobre si era más importante acompañar al alumnado o dar la materia, tranquilizar o exigir, localizar a todos o ir avanzando, pulir las herramientas o dedicar el tiempo a corregir las tareas…: la verdad es que unos días nos parecía más importante una cosa y otros la contraria, pero, además, de pronto llegaba la instrucción oficial que obligaba a reconsiderar el rumbo, o ciertas demandas sociales empujaban hacia un lado o hacia el contrario (siempre con mucha convicción)2.
Todo ello contando solo con la comunicación telemática con el alumnado: caótica al principio y con condiciones de desigualdad más o menos visibles. La comunicación telemática resulta salvadora porque permite “hacer algo”, pero también es agotadora, inquietante y desconcertante, y más cuando se va improvisando con nuevas herramientas: cada profe con las que pudo , lo que obligó al alumnado (y sus familias) a saltar de unas a otras.
En cuanto empezamos a sentir que íbamos organizando mejor la tarea, el final de curso anunció que ya se iba acercando y tocó lidiar con otro reto: calificar a distancia (donde ya no vale lo de evaluar cualitativamente: hay que poner nota dura y entera) e incluso decidir sobre la promoción y titulación en juntas virtuales de evaluación.
Todo ello en un ambiente psicosocial nunca vivido (no lo olvidemos), que nos afectaba a todos y todas, profesorado, alumnado y familias. En este contexto, parece evidente que hay profesorado que da lo mejor… y profesorado que no responde o lo hace de forma cuestionable. 3. Estrés y desconcierto, sí, por más que nuestra profesión tenga, también hay que decirlo, una privilegiada situación en este tiempo de riesgo económico y de salud.
El próximo curso: mantener las distancias en la educación presencial, ¿y educar a distancia?
Y, llegado el tiempo del terraceo, y con los bares acercándose al pleno funcionamiento, mucha gente se pregunta: ¿cómo es posible que la educación no vuelva a la normalidad en septiembre? Hay algunas diferencias entre la educación y otras actividades (además de la presión económica y ganas de disfrute que juega en favor de otras actividades): de entrada, se trata de actividades obligatorias para los estudiantes. Además, la convivencia en espacios cerrados y poco ventilados, a poca distancia y durante tiempo continuado está claro que juega a favor de la contagiosidad4, y estos factores son difíciles de evitar en el caso de las actividades educativas regladas.
Por ello, inevitablemente, el próximo curso va a ser también distinto a lo normal. Habrá que reorganizar tiempos y espacios presenciales, sí, pero también debemos contar con lo telemático: porque quizá haya una mezcla de lo presencial y de lo telemático durante todo el curso, porque quizá haya algún nuevo confinamiento (al menos en algunos territorios) y casi seguro cierres temporales de centros, y porque, en todo caso, lo telemático puede desempeñar algún papel de interés en la educación habitual.
Por tanto, debemos ir reflexionando, antes de que empiece el próximo curso:
- ¿Qué conclusiones sacamos cuando haya concluido este curso? (aunque sean inevitablemente parciales y faltas de perspectiva temporal).
- ¿Qué peligros acechan y qué hacer ante ellos?: aumento de la desigualdad socioeducativa, falta de experiencia real, la intrusión de empresas privadas monopolísticas…
- ¿Qué criterios han de tenerse en cuenta a la hora de elegir o rechazar herramientas?
- ¿Qué podemos proponer, desde lo público, que ayude a avanzar hacia lo comunitario, lo igualitario, lo experiencial, lo crítico?
- ¿Qué hay que demandar a los poderes públicos (más recursos materiales y más profesorado son imprescindibles, por supuesto) y qué está más directamente en nuestras manos?
Intentaremos aportar algunas ideas al debate aplicando tanto la dialéctica de la sospecha como el optimismo de la voluntad. Partiendo de la experiencia, pero dirigiendo la mirada hacia más allá del lugar al que hemos sido capaces de llegar hasta ahora: porque, como profesionales comprometidos/as, denunciamos y reivindicamos mientras nos implicamos en cada aula y en cada centro.
NOTAS
- Recordemos que, en Castilla y León, solo dos o tres días antes se había empezado a intuir lo que podía pasar, y en la misma mañana en que estábamos dando las últimas clases presenciales todavía no había comunicación oficial sobre la suspensión de las mismas
- Un meme que circuló entre profes lo
expresaba muy bien: “¿Qué tal lleváis lo de ir evaluando sin evaluar, avanzando materia pero sin avanzar, etc…”. - Otro día hablaremos de verdad de lo que sucede en los centros, o, mejor dicho, de la variedad de lo que sucede entre unos centros y otros y dentro del mismo centro, incluyendo la concepción funcionarial-individual de su función que tiene una parte no desdeñable del profesorado de la pública.
- Véase, por ejemplo, este estudio pormenorizado de algunos casos concretos.