Angels Martinez Bonafé, vinculada a la Federación de MRP del País Valencià.
Con esta aportación acabamos con el “foro de opiniones” de nuestra sección especial “Educar en tiempo de aislamiento”
” Educar en tiempo de aislamiento”. Foro de opiniones.
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Las mujeres hablamos mucho del tiempo, de que nos falta tiempo para atender al trabajo, a la familia y a nosotras mismas. Necesitamos más tiempo cuantos más vínculos humanos desarrollamos: personas mayores, familia, amistades, vecinas,compañeras… . Parece que guardar tiempo propio en un habitación propia suena egoísta y en una mujer inapropiado, casi poco natural. El tiempo que dedican los hombres al cuidado de los demàs es muchísimo menor que el de las mujeres. Atender a los más débiles, cuidar la infraestructura de la vida (la compra, la basura, la limpieza,) son tareas invisibles , que las mujeres europeas que pueden permitírselo les pagan a otras mujeres mayoritariamente no europeas, para que las sustituyan en los cuidados que ellas no tiene tiempo de ejercer. Cuando el estado de alarma prohibió ir a trabajar y nos quedamos en casa, el tiempo de la vida cotidiana se abrió con un gran interrogante. Dentro de casa se unía lo público y lo privado, la familia y el trabajo, lo personal y lo político, lo mío y lo tuyo, lo nuestro y lo de lo de los demàs. Pronto reapareció una distribución sexuada del tiempo.
Se hicieron visibles esas tareas que las rutinas invisibilizan : la tarea de recoger la basura, comprar alimentos, cuidar los ancianos, educar a los niños y a los adolescentes… se ha hecho evidente que son “servicios” indispensables para la vida humana y lleva tiempo el realizarlos .Un tiempo que no se reparte igual entre hombres y mujeres.
La división sexual del trabajo establecida en el capitalismo industrial delimitaba un horario de trabajo remunerado para los hombres y para las mujeres la disponibilidad de todo el tiempo para el cuidado del hogar. En el siglo XX la mujer se ha integrado al trabajo remunerado pero no se ha cuestionado esa división del trabajo que asegura la reproducción de la vida a costa del tiempo de las mujeres, que han seguido asumiendo la responsabilidad de los cuidados . El confinamiento rompió las barreras entre el trabajo doméstico y el trabajo asalariado, el teletrabajo se metió en la cocina y las trabajadoras domésticas habituales no podían llegar a limpiar la casa ¿quién se encierra en el despacho?
El confinamiento ha mostrado a profesoras trabajando de 12 a 18 horas para mantener el vínculo con su alumnado a través del ordenador; madres teletrabajando y atendiendo a bebés y ancianos en la cocina , porque no se podían encerrar en el despacho ; hombres que se encerraban en el despacho a teletrabajar y hombres que han visto su conversación comercial interrumpida por su hijo de 5 años que no entiende de horarios de oficina. Hemos visto muchas cosas que nunca habíamos visto: desde la belleza de las calles sin coches, hasta la urgencia de los servicios que hacen las limpiadoras que nunca salen en la TV. También se ha evidenciado que los cuidados que las madres, las hermanas, hijas, sobrinas ..realizan en la vida cotidiana normal son indispensables , llevan tiempo y hacen crecer vínculos afectivos que enriquecen la vida. Algunos hombres pueden haber descubierto esto : no solo son servicios , son cuidados y crean vínculos.
La reivindicación de servicios públicos (guarderías, residencias, escuelas , institutos), no acaba de solucionar el problema de la desigualdad en el tiempo: ¿Es lo mismo un servicio que un cuidado? ¿ser servidor es igual que ser cuidador?¿los cuidados establecen vínculos amorosos entre las personas que los dan y los reciben? ¿Se pueden desarrollar servicios como la educación de la infancia y la adolescencia sin desarrollar vínculos afectivos ?
La pandemia ha puesto encima de la mesa la relevancia de los vínculos para la supervivencia de los seres humanos, la necesidad de tiempo para atenderlos , la ocultación de tales tiempos en el funcionamiento normalizado de la sociedad capitalista y la naturalización de la expoliación que se ejerce sobre el tiempo de las mujeres.
Grandes convulsiones nos llevan a reflexiones profundas y atrevida: las alternativas de justicia pasan por una reconceptualización de la vida y de la división sexual del trabajo: necesitamos repensar el concepto “servicio público” y el valor social y político que se le otorga a retirar la basura, limpiar el water, atender a los ancianos y escuchar las emociones y las ideas de los adolescentes. Tal vez deberíamos sincerarnos sobre la jerarquía de valores con que medimos tales tareas y la forma en que la sociedad ha establecido su realización. Puede ayudar la imagen distópica de robots dando clase, repartiendo pastillas en las residencias de ancianos o cajeros automáticos en las tiendas de alimentos: “servicios públicos” que se relizarían sin tener que “perder tiempo” hablando de lo que nos duele o de lo que nos ha pasado ayer .
Tal vez, a las mujeres no nos queda más remedio que cuestionar esta manera de vivir el tiempo, los vínculos, lo privado y lo público. Tal vez a los hombres les haría más felices también otra manera de jerarquizar las tareas vitales. Tal vez la existencia en el capitalismo del siglo XXI es una ficción y hemos de tirar de una vez por todas esta mierda de gafas que no nos dejan ver lo que sentimos y lo que deseamos .
Algunas han empezado a dar pasitos: en mi barrio la asamblea feminista creó una red voluntaria de cuidados solidarios; en los patios de los edificios aparecieron hojas en que tu apuntabas en qué podrías ayudar o què ayuda necesitabas; un telèfono mòbil y la red de telegram servía para hacer listas de las personas mayores que necesitaban que les llevaran la compra y las que podían hacerlo. Pensé que algo asi se podria hacer en los institutos entre el alumnado que necesita ayuda y el que puede darla y en muchos otros espacios en los que necesitamos cuidados y vínculos y sólo encontramos, con suerte, “servicios públicos” .
Otras han ido más lejos cómo en La Borda, una cooperativa de viviendas en el barrio de Sants de Barcelona, que 59 personas han construido sobre suelo de cesión municipal con el deseo de cooperar y aprender a cooperar , compartir y aprender a compartir una casa común desde la cual afrontan la pandemia con la seguridad de que el derecho al bien, el derecho al cuidado de cada persona sea cual sea su edad o condición, està satisfecho por una comunidad autogestionada que permite escapar del aislamiento en que nos enreda el mercado.
Reconocer que necesitamos la comunidad y que hemos de alimentarla experimentando formas de consenso y de disenso, descubriendo otra forma de hacer política, otra forma de gestionar entre todas lo bueno y lo malo, la incertidumbre y el placer del deseo compartido. Las mujeres , como las lobas, aullamos buscando la manada con la que vivir cuidándonos y cuidando el territorio que nos alimenta. Nos necesitamos porque necesitamos ,con covid 19 o sin covid 19, otra organización del tiempo, otra organización social, que ponga la vida en el centro, no el capital.
Algunas referencias
>> Confinamiento en comunidad: navegar la incertidumbre desde la casa común. Joana G. GrenznerPikara–20/05/2020.
>> Coronavirus, pandemia y crisis global: una mirada feminista Joana G. Grenzner. 15/04/2020.
>>Geneviève FRAISE (2020): “Le soin,le sale, le service. Ou l’importance des mots ” a Par ici la sortie. Cahiers éphémères et irrégulières pour saaisir ce qui nous arrive et imaginer le monde de demain. nº 1 .Seuil, juin 2020
>>Women’s research plummets during lockdown – but articles from men increase.The Guardian.
>>La memoria borrada de la gripe española. Diario El País Guillermo Altares. 10/05/2020