Índice del documento Convivencia y conflicto en un centro educativo |
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Conflicto
y convivencia en un centro educativo Apartado
IV
Debemos
mantener un equilibrio entre los principios filosóficos y educativos que
propugnamos y la práctica.
El activismo no reflexivo lleva a desorientar la actuación, o quedarnos
en una formulación teórica carecer de repercusión en la realidad. El
aula, así, hay que entenderla como un espacio de aplicación de los
principios más generales sobre conflicto – convivencia: enseñar
a dialogar, confrontar, razonar, tener competencia social, autoestima,
autorregulación, manejar y debatir códigos morales, participar (más allá
de colaborar) y autoevaluar, utilizar formas de trabajo cooperativo (como
proyectos u otros), participar fuera de la escuela como actividad
social… Todos estos aspectos se encuadrarían dentro del enfoque
preventivo del conflicto y favorecedor de un clima de convivencia
positivo. 1.-
Analizar la situación Para
actuar correctamente debemos tener en cuenta las condiciones en que se va
a desarrollar la propuesta de actuación renovadora que pretendamos llevar
a cabo. En
general podemos decir que: -
dispondremos de grupos heterogéneos, basados en parte en la voluntariedad
y en parte forzados (en especial cuando avanzamos en las etapas
educativas). En ellos vamos a encontrar alumnado desmotivado, con
dificultades de aprendizaje y alumnado de integración o con autoestima
baja, junto con otras tipologías diferentes. -
el trabajo que desde fuera se exige en las aulas (más cuanto mayor es la
edad) hace que éstas sean lugares donde los contenidos son lo principal
del currículum, donde la participación está muy poco reglada y es muy
difusa, donde las obligaciones están poco diferenciadas y especificadas. -
desconocemos las diferentes relaciones que se establecen dentro de ella y
qué elementos o preocupaciones parece importante reseñar para lograr que
avancen hacia un modelo de aula democrática como el que pretendemos. 2.-
Incidir en el clima de aula. El
ambiente que creemos en el aula va a ser el que genere la aparición o no
de determinados conflictos (a veces inevitables) pero, sobre todo, va a
ser determinante de que las formas de solución sean unas u otras.
Podríamos
decir que hay tres tipos de ambientes creados dentro de un aula: -
Individualista -
Competitivo -
Cooperativo Evidentemente
el tercero será el que pueda originar mejores vías de resolución de los
conflictos y también de un mayor aprendizaje a partir de ellos. Disponer
de un ambiente de confianza en el que se valore lo positivo, va a ayudar a
crear un clima de mayor cooperación y por tanto de mejor aprendizaje. En
el estudio del clima generado en un aula formarán parte esencial la forma
de relaciones que en ella se establecen. Para ello habrá que referirse
tanto a las del profesorado con el alumnado coma las de éste entre sí
(entre iguales) e incluso a la que establece el profesorado entre sí
también 2.a.-
Las relaciones alumnado-profesorado Un
apartado fundamental en el logro de diferentes climas de convivencia es el
desarrollo de modelos de relación dentro del aula que potencien los fines
que deseamos. Dentro de ellas se encuentran las del profesorado con el
alumnado. Un
aula democrática como la que proponemos exige unas dinámica de relación
entre profesorado y alumnado basadas en la negociación y el posible
consenso para caminar hacia una participación real. Los
términos negociación y consenso no son algo hueco. Por el contrario son
elementos difíciles de llevar a cabo y exigen un esfuerzo tanto en el
aprendizaje de determinadas habilidades (argumentación, empatía, etc.)
como en asegurar que existe intención de hacerlo por parte del
profesorado y que las actitudes entre ambos sean abiertas. Qué aspectos
consensuar y negociar y qué dinámicas seguir, se convierten en un paso
necesario. Su concreción será
diferente dependiendo de la edad del alumnado con el que estemos
trabajando. Por ejemplo, en Educación Infantil es difícil basarse en el
“autofuncionamiento”, el diálogo o la organización entre iguales,
sin intervención directa del profesor o profesora. En la adolescencia, en
cambio, el alumnado dispone,
o debiera disponer, de una autonomía personal en ámbitos ajenos al
educativo. Por contraposición pasa por una etapa de transición en la que
se entremezcla su obligación individual, de grupo, familiar…. En este
periodo se dan situaciones de mayor tensión, donde se produce confusión
entre confianza y falta de respeto, sobre todo entre iguales. Dichas
características nos debieran permitir, si se ha ido trabajando este tipo
de habilidad en todas las etapas, un desarrollo individual y colectivo
bastante autónomo, y un elevado grado de autorregulación del
comportamiento (también individual y colectivo). Pautas
de actuación La
relación que el profesorado crea con el grupo – clase se sustenta,
entre otros en dos aspectos: a)
Atender (y enseñar
a que se atienda) la diversidad de personas y situaciones: Algunas
pautas concretas que lleven este propósito a la practica sería
del tipo: -
Cuidar los roles en el aula y preservar problemas que puedan surgir a
partir de ellos: control de quien toma la palabra habitualmente, de la
ocupación de espacios, etc. -
Respetar en las aulas el
derecho de las niñas a ser “nombradas”. Buscar el “sujeto
ausente”: la mujer. -
Trabajar la empatía y los sentimientos. -
Detectar capacidades y habilidades. -Trabajar
la autoobservación (de ellos mismos y del profesorado) y la observación
de otros. Etc. b)
Perseguir la autonomía individual y organización del grupo Ahora
alguna forma de proceder podría ser del tipo: -
Establecimiento de asambleas periódicas con el alumnado. -
Reparto de funciones y asunción de responsabilidades en el aula. -
Diseñar actividades de diferentes tipos: comunes, rotativas, de cooperación,
que sean variadas para que pueda optar. -
Establecer procesos de “negociación” con el colectivo. -
Utilizar variedad en la forma de agrupar al alumnado.
Etc 2.b.-
El trato entre iguales Ya
hemos visto, al definir los principios, que la relación entre iguales en
un aula es un elemento importante a tener en cuenta tanto para conseguir
un buen clima de convivencia como en el mismo aprendizaje. A
partir del análisis de la situación de nuestro grupo- clase, podremos
generar el tipo de convivencia que deseamos en base a la organización de
las actividades de determinada forma. Algunas pautas concretas que podrían
ayudar a potenciar la relación y el aprendizaje entre iguales son: -
Una metodología participativa, en la que el alumnado sea
protagonista -
Agrupación y situación en el aula sobre la base de unos criterios
y en función de tareas concretas a realizar. No hacerlo, por el contrario
de una forma estanca e inamovible de manera que impida la relación y
formación de grupo. Por la misma razón variar y ajustar
el número de componentes a la tarea. -
Crear el hábito de oír y recoger todas las opiniones para
tenerlas en cuenta. -
Reparto de tareas que compense posibles desigualdades. Por ejemplo
realización de las tareas más
valoradas por quienes están menos
valorados. -
Desarrollar siempre, al menos, dos posibles soluciones. De esta
forma se evita la uniformización de la opinión y se favorece la
argumentación e interacción entre el alumnado. 2.c.-
Las relaciones entre el profesorado Desarrollar
una convivencia adecuada en las aulas, precisa que exista un buen nivel de
coordinación entre el equipo docente. Esta
deberá establecerse sobre lo esencial. Llevar
una actuación coherente y marcada por la misma línea de trabajo no
quiere decir que deba aplicarse todo de forma exacta y mecánica pues,
depende de cada profesor/a, situación, etc.. No hacerlo así limitaría
las “variaciones” posibles sobre los mismos objetivos. A la larga, lo
anterior supondría una menor riqueza y aprendizaje para el alumnado y una
menor creatividad del profesorado. Seguir
esta línea de coordinación conlleva
la necesidad de determinar
cuales son los objetivos básicos a conseguir con ese grupo-clase y
diferenciar el espíritu o intención de la realización concreta que se
propone. Un
área de coordinación imprescindible para la convivencia es el consenso
de las normas entre el equipo docente y el alumnado. Deberíamos llegar a
establecer unas normas mínimas que sean consensuadas, que partan del
alumnado como necesidad y, que tanto el profesorado de ese grupo, como las
familias, tengan siempre presentes. La disciplina y la sanción pasarían
a ser una forma de preservar lo acordado. Una
orientación coherente del equipo de profesorado supone: a)
Una mayor incidencia en el alumnado, de manera que interiorice y pueda
producir la transferencia a otras situaciones. Esto no podría darse si
cada profesor o profesora instaura un modelo opuesto de actuación. b)
Una intervención coordinada trasmite la idea de colectivo, que es
lo que queremos enseñar y, por tanto, resultaría incoherente no hacerlo
así. c)
Se da más importancia al hecho de “LLEGAR A ACUERDOS”, con el
aprendizaje que esto supone. La
no existencia de tradición de trabajo en equipo hace que debamos
marcarnos estrategias que eviten recelos y nos ayuden a dar pasos en esta
dirección. Algunos ejemplos podrían ser: -
Que surjan formas alternativas de llevar a cabo
la intencionalidad explicitada -
Revisar las propuestas y compartir la forma en que hemos actuado. -
Crear un
instrumento común concreto. Por ejemplo un banco de datos común de
información general (profesorado, alumnado…), un diario, etc -
Etc. 3.-
El trabajo docente y la convivencia en el aula Cuando
hablamos de aula, estamos incluyendo todo lo que ella ocurre y en ella se
proyecta y no sólo la transmisión del contenido sin más, como por
ejemplo, la reorganización
del espacio y el tiempo, las agrupaciones posibles, los tipos de
actividades, los sistemas de evaluación, etc. Establecer
una serie de preocupaciones en el ámbito de desarrollo del currículum
nos permite delimitar los campos en que debemos hacer explícita nuestra
intención y forma de actuar y por tanto representa ya un avance. Propuestas
de actuación Los
ámbitos en que podemos marcar nuestra actuación, a la hora de tener en
cuenta la relación entre ésta, currículum y
clima de convivencia que se genera, son:
A)
Las estrategias “metodológicas” para tener en cuenta a
todo el alumnado en el aula, como por ejemplo: *
Aprovechar lo que saben hacer mejor (en vez de insistir en lo que
fallan como se hace habitualmente) de forma que les permita engancharse a
lo que no manejan o les es
muy difícil. En este sentido debemos detectar en el alumnado cuáles son
las habilidades concretas que poseen para utilizarlas como punto de
partida: redactar mejor, controlar los medios informáticos, tener mayor
capacidad para memorizar, etc., procurando no limitarnos a las que
habitualmente son más escolares (leer y escribir). Estas habilidades
también podrían ser utilizadas como una aportación al colectivo. *
Elección por parte del alumnado de algunos de los aspectos relacionados
con el currículum que se vea posible: orden en el contenido, aplicación
de éste a un ámbito concreto, desarrollo de alguna actividad,
forma de trabajarlo en el aula...
B) Trabajo cooperativo. Resulta
importante llegar a un trabajo realmente cooperativo en el aula, a que no
se despreocupen de los demás, a que se responsabilicen de lo suyo y de lo
de todos también. Para
lograrlo debemos prever las dificultades con que nos vamos a encontrar,
como la existencia de una despreocupación por el impacto de nuestra
conducta en los demás, o el hecho de que suela descuidarse la dinámica
de grupo y trasladarse en ella los
mismos roles y conflictos que en otra forma de trabajo. La
acción cooperativa conlleva
la realización de proyectos complejos, es decir, la puesta en práctica de forma colectiva de un trabajo común,
con una intención determinada, que se plasma
en una realización final tangible. Esta
trabajo cooperativo abarca, además, el diálogo para llegar a acuerdos,
el cumplimiento de éstos y la
planificación-realización-evaluación de esos proyectos de trabajo, que
deben implicar a cada alumno y alumna en la medida de sus posibilidades. Por
otro lado, existen dinámicas de cooperación “predefinidas”, a las
que podemos acudir y que nos permiten llevar lo anterior a la práctica y
no dejarlo en meras ideas teóricas. Por ejemplo: tutoría entre iguales,
enseñanza monitorizada, trabajo “colaborativo” o trabajo cooperativo. C)
Contenidos: Si
queremos tener en cuenta a todo el alumnado, como forma de mejorar la
convivencia, habrá que plantearse dudas en todos los aspectos que
conlleva la selección y aplicación del contenido. Por
ejemplo, debemos preguntarnos qué tipo de contenidos se deben seleccionar
para que participen o se sientan integradas todas las personas; también cómo
tratar los contenidos teniendo en cuenta la situación de cada alumno o
alumna, o cómo plantearlos para que se encuentren a gusto. En
la selección, especialmente si queremos relacionarlos con el clima del
aula y la consecución de un buen nivel de convivencia, la última
pregunta de las anteriores resulta importante. Darle respuesta nos lleva a
incluir lo que podríamos llamar “contenidos alternativos” como pueden
ser la empatía y los sentimientos. También resulta fundamental que en la
selección de los contenidos se sientan “nombrados” todos los sectores
de población, especialmente aquellos que prácticamente no aparecen, como
por ejemplo, la mujer. D)
Valores Es
éste un aspecto que aunque se encuentra incluido en el apartado de
contenidos, debiera ser un elemento a tener en cuenta especialmente, como
horizonte hacia el que ir en cualquier actividad de aula que
pongamos en marcha; es decir, se trata de formular valores con perspectiva
de llevarlos a cabo y no quedarse en una simple formulación de los mismos. Son
suficientemente amplios los que la LOGSE
nombra en su artículo 1 (tolerancia, paz...) E)
Evaluación: En
la concreción de la actividad docente con respecto a la convivencia en el
aula, habrá que revisar también el sentido que le damos a la evaluación
y las sensaciones de rechazo-integración que puede crear en el alumnado. F)
Participación y currículo Entraría
en este ámbito de preocupación todos los
aspectos de desarrollo curricular del aula referidos a la forma de
intervenir y tener en cuenta los intereses del alumnado. Para llegar a su
concreción nos podemos plantear interrogantes más o menos generales
como: -¿Cómo
pueden hacer valer sus intereses como alumnado?. -¿Cómo
evitar el “efecto profesorado” para que se vea que es un espacio
compartido? -
En la evaluación: ¿el alumnado sabe lo que se le pide? ¿qué se espera
de él? ¿cómo pueden intervenir en criterios de evaluación y en su
control?. -
Respecto a la metodología:
¿cómo hacer que las propuestas de trabajo las hagan suyas? -
Tal y como decíamos en el punto anterior, ¿qué contenidos seleccionar
para favorecer la integración y la participación?. 4.- Instrumentos de actuación
4.a.-
Las normas como instrumento
Para
qué las normas: Seguir
una línea de “negociación” con el alumnado ya se ha comentado que es
a la vez una forma de aprendizaje y una manera de preservar un buen clima
de aula y de convivencia. Hemos
mencionado varias temáticas a consensuar y negociar con el alumnado o en
las que éste pudiera intervenir, y que habría que desarrollar. Así, por
ejemplo, desarrollo de alguna actividad,
forma de trabajarlo en el aula...En cualquier caso las normas son
el aspecto que más claramente se ve necesario negociar, en todas las
etapas, a diferentes niveles y según las posibilidades. Con
las normas podemos explicitar y concretar las relaciones del alumnado con
el profesorado y la institución, pero también
deberíamos incluir las
relaciones entre iguales por varias razones: -
Tienden a pasar desapercibidas ese tipo de relaciones en muchos casos. -
Es una forma de aumentar la responsabilidad colectiva sobre la vida del
centro que es de lo que se trata. -
Pueden y deben suponer un mayor conocimiento mutuo. Características: Para
avanzar hacia un aula democrática el marco normativo que potenciemos podría
reunir características como: -
Partir de
principios de convivencia y no ser un listado de posibles sanciones. -
Tender hacia
la responsabilidad colectiva y compartida evitando la huida de los
conflictos. Se requiere, para conseguirlo que estén elaboradas de forma
participativa (todo se construye socialmente) y negociar aquellos aspectos
que sean negociables.
-
Tener en cuenta a todo el alumnado. -
Ser una vía de resolución de los problemas que puedan surgir incluyendo
los mecanismos de resolución
de conflictos necesarios. -
Poseer un lenguaje incentivador y no prohibitivo. -
Reforzar las conductas positivas. -
Referirse a cada uno de los espacios: aula, pasillos, biblioteca. -
Incluir en ellas una organización del espacio y tiempo del alumnado
(parejas, grupos...), actividades, y la valoración de las mismas
(aportaciones, preguntas...). Pasos
a dar: Establecer
un verdadero proceso de consenso y/o negociación con el alumnado en el
que éste tenga verdadera participación pasa por ser conscientes de que
nuestras intenciones: ¿es verdaderamente la llegar a un clima
participativo directo?, ¿qué pretendemos con las sanciones?. A
partir de ahí deberemos reflexionar acerca de la situación de partida
que tenemos: -
En el alumnado por ejemplo: edad, grado de impulsividad, de compromiso que
adquiere, cómo percibe éste la necesidad de ciertas normas etc. ¿Con qué
parte del alumnado podríamos contar en principio?. -
En el profesorado: actitud de diálogo que tiene, experiencia en la
“negociación” ¿Con qué parte del profesorado contamos y en qué
grado? etc. -
En el centro: grado de rigidez que tiene normativa del Centro y
posibilidades de negociación con el alumnado que ofrece. Saber
lo anterior nos va a permitir establecer el “estilo” y número de
normas que es conveniente poner en marcha. En ocasiones, por ejemplo, será
preferible que sean pocas a las que se llegue y que sean trabajadas
coordinadamente con sus familias para que realmente sean efectivas. Saber
de dónde partimos no resulta suficiente si no sabemos prever algunas
dificultades que nos van a hacer más complicado el proceso y para las que
habrá que buscar diversas estrategias: ¿Cómo
atender realmente a todo el alumnado y sus situaciones?. ¿Qué
haremos con aquel alumnado que decide saltarse la norma (por
comportamiento, absentismo, etc.).
¿Cómo reintegrarle?. ¿Cómo
mantener el diálogo permanente para potenciar las habilidades sociales? ¿Qué
consecuencias supondrían un exceso de intervención? ¿y un falta de la
misma? ¿Cómo
romper la delegación de la autoridad para llegar a la participación de
todo el alumnado? ( incluida la delegación al profesorado). ¿Cómo
evitar el abuso cuando se tiene el poder de sancionar?. ¿Cómo
lograr compromisos, para el alumnado, en clase y casa que sean coherentes? ¿Cómo
evitar que el alumnado adquiera una posición excesivamente rígida al
aplicar las normas o
excesivamente laxa? ¿Cómo
Implicar a las familias?, ¿Cómo
coordinarse entre etapas y/o ciclos ?). Además
de todo lo anterior habrá de establecerse una forma de revisión
“continua” o periódica de forma que se vea que lo acordado se lleva a
la práctica y ser consciente de los avances que el grupo realiza. Sólo
así se puede caminar hacia una asunción de la cuestión disciplinaria
inserta en algo más general y con responsabilidad de todo el grupo. 4.b.-
La tutoría, un espacio para actuar La
acción tutorial es un instrumento de gran importancia del que disponen
los centros para desarrollar la convivencia (y la figura del tutor o
tutora como cargo, encargado de coordinar aquella, fundamental). Nadie
duda de su importancia, de hecho cuando manifestamos que un grupo tienen
un buen clima de relaciones, seguramente detrás hay un trabajo de tutoría
serio y eficaz; y al contrario. A
través de ella el profesorado puede disponer de: -
dinámicas de
consolidación del grupo- clase -
aportar información al profesorado, a la familias. -
tener un servicio de “escucha”. -
desarrollar dinámicas de: comunicación, intercambio y conocimiento
mutuo, de habilidades
sociales, de formas de reconocerse así mismos con sus emociones y
comportamientos así como de expresar sus opiniones. Dinámicas que deberán
estar apoyándose mutuamente con las que lleve a cabo el profesorado en el
aprendizaje de sus áreas La
acción tutorial debe ser abierta en el sentido de incluir en ella los
temas que se vean necesarios, sin restricciones, y también en el sentido
de poder utilizar para la misma todos los recursos posibles (horarios,
humanos, etc.) Por último, desde la acción tutorial se deberían crear instrumentos concretos que ayudaran a hacer consciente al alumnado del ambiente de aula que se posee. Un ejemplo podría ser el diario del aula, en el que cada alumno/a regularmente, observaría y registraría a partir de un guión previamente consensuado. Este diario serviría de documento para trabajar en la tutoría y a su vez para hacer propuestas a los diferentes estamentos. |
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